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550 Pida muchísimo por mí, para que me vaya muy pronto al convento y sea buena. En unión de oraciones.» El anuncio se cumplió. La relación de lo ocurrido será mejor dejársela a la misma Conchita u: «Era una especial aparición, para besar objetos religiosos, y luego repartirlos, ya que ellos tienen una gran importancia. Yo estaba con grandes deseos de que llegara ese sábado, día 13, para volver a ver a quienes han sembrado en mí la felicidad de Dios: la Vir– gen y el Niño Jesús. Estaba lloviendo; pero a mí no me importaba subir así a los Pinos... » Como ilustración de esto, quiero traer aquí lo que el doctor Ortiz le decía al P. Andreu en carta del 13 de diciembre: «He podido com– probar en nuestra última subida a Garabandal, el domingo día 5, que Conchita tuvo efectivamente un éxtasis en los Pinos el día 13 de no– viembre. Como dato curioso, he de decirle que, no obstante haber que– dado Olguita (su vecina) en acompañarla, luego no lo hizo, por la curio– sidad .de ir a ver el accidente que había sufrido un camión en La Jaraiz; este accidente constituía la atracción del pueblo 13 • En aquel atardecer, éuando más llovía, Conchita dejó a las personas que ocupaban su co– cina y subió sola a los Pinos.» Continuemos con el relato de la vidente: «Llevaba muchos rosarios, que hacía poco me los habían regalado 14 , para que los repartiera; yo, como me había dicho la Virgen, los llevé para que Ella los besara. Subiendo a los Pinos, que subía sola, iba diciéndome, muy arrepen– tida de mis defectos, que ya no caería más en ellos, porque me daba apuro presentarme así delante de la Madre de Dios, a quien mis defectos le hacen mucho daño, y yo creo que en mí son mayores, ya que la he visto a Ella. · Cuando llegué a los Pinos, me puse a sacar los rosarios que llevaba, y estando así sacándolos, oí una voz muy dulce - ¡claro, la de la Vir– gen! ; se distingue bien entre todas las demás-, que me llamaba por mi nombre, y yo le contesté: ¿Qué?, y entonces la he visto, con el Niño Jesús en brazos. Venía vestida como siempre y muy sonriente. Yo le dije: He venido a traerte los rosarios, para que los beses, y Ella me ha dicho: Ya lo veo. Yo llevaba chicle en la boca, aunque no lo masticaba después de verla, sino que lo había pegado a una muela, y Ella me dijo: "Conchita, ¿por qué no dejas tu chicle y ofreces eso como un sacrificio por la gloria de mi Hijo?" 15 Yo, con vergüenza, lo he sacado de la boca y lo he tirado al suelo. 12 Damos en este libro, con toda fidelidad, el texto que ·parece mejor, y que sólo en ligerísimas variantes difiere de otros, escritos también por la misma Conchita. 13 Parece que en el Garabandal de entonces llamaba más la atención, por lo insólito, el accidente de un camión que el éxtasis de una niña. 14 Sabemos por lo menos de un señor francés que, estando de peregrinación en Lourdes, había tenido la idea, o la inspiración, de enviar a Conchita cien rosarios de cinco decenas y cuatro de quince. El envío había llegado a tiempo para lo de este día 13. 15 Evidentemente, la Virgen no condena, como si fuera una falta, el uso del chiclé; simplemente invita a Conchita, demasiado aficionada a él, a que cumpla también en eso lo de «hacer pequeños sacrificios».
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