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Se fue con prisas a la montaña 549 regreso de Roma, en enero de 1966, estuve con el señor obispo, él me aseguró que no se la habían entregado. Le creí sincero.» Ahora podrían venir los comentarios sobre estos curiales de Santan– der, que tanto invocaban «la debida sumisión a la jerarquía» para aho– gar lo de Garabandal, y tanto empeño ponían luego en que la causa no llegase directamente a otra jerarquía superior, a la que ellos deben estar tan sometidos como nosotros. Se entiende ahora mejor lo que escribe el P. Laffineur: «Temiendo para ellos lo peor, ciertos adversarios de Carabandal hicieron lo impo– sible para que Conchita no fuera recibida en Roma... Al mismo tiempo, otros, de menor talla, se desahogaban interpretando maliciosamente el que Conchita no estuviese aún en Pamplona: "La vocación se ha ido a pique, el globo se ha desinflado... Conchita no piensa más que en arre– glarse, se aturde de radio, anda con falda corta... El cuento de Gara– bandal se ha acabado".» Mientras tanto, Conchita sentía al demonio que rondaba en torno a ella, y conocía las más grandes «pruebas» interiores... De cuando en cuando, ella se desahogaba escribiendo a algún sacerdote de su con– fianza; casi siempre les pedía que presionaran sobre su madre, para que la dejara marchar al convento lo antes posible... Pero la voluntad de Aniceta es de hierro. Se le había convencido de la necesidad y de la inminep.cia de la visita a Roma, y nada ni nadie en el mundo la harían ceder» (L'Etoile dans la Montagne», cap. 55). Conchita, pues, no se separaría de su lado hasta que hubiese cum– plido su misión en Roma. Pero tal misión no pudo cumplirse antes de enero del año siguiente, 1966. Y entonces, ya en Garabandal se había puesto el punto final a la larga y extrañísima historia que había empezado el 18 de junio de 1961. * * * El 30 de octubre -último sábado del mes del rosario-, en este penoso otoño de 1965, Conchita tuvo un paréntesis de claridad celestial. Había ido a la iglesia, a hacer su visita a Jesús Sacramentado 11 , y de pronto sintió en su interior la comunicación de la Virgen, que no sólo la consoló en su pena de no poder ir todavía al convento, sino que la dejó citada para un nuevo encuentro. Conchita escribió entonces varias cartas; una de ellas al sacerdote mejicano P. Gustavo Morelos; lleva fecha del 8 de noviembre: «Reverendo y querido P. Morelos: Ya ve, sin recibir contestación suya, le vuelvo a escribir, y es para decirle que he tenido una locución de la Virgen y me ha dicho: El sábado, día 13 de noviembre, ven a los Pinos, y allí me verás. Y me traes muchos objetos religiosos, y Yo todos los besaré, para que tú los repartas: mi Hijo, por medio de ellos, hará prodigios.;. 11 «Encontré a Conchita muy contenta; en nuestro diálogo comentó que a últimos de octubre, .cuando estaba haciendo en la iglesia su habitual visita a Jesús Sacra– mentado, había tenido una locución,' en la que la Virgen le dijo que "subiera a los Pinos el día 13 de noviembre y llevase los objetos religiosos que tuviera"... » (carta del doctor Ortiz al P. Ramón Andreu, 13-XII-1%5).
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