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546 Quizá se angustiara también con el presentimiento de que su camino iba a volverse pronto aún más angosto y más difícil. Casi en vísperas de la marcha, había tenido ella una locución, y había entendido a la Virgen: Loli, si en adelante ya no me muestro más a tí, es que te ha llegado la hora de sufrir. (De hecho, ambas criaturas, Loli y Jacinta, sufrieron no poco en el colegio de Borja. Lo sé expresamente por confesión de Jacinta, que guarda penoso recuerdo del curso pasado allí... Parece que no toda la culpa hay que ponerla en la cuenta de las religiosas educadoras, entre las que habría de todo; según el P. Luna, los principales causantes del «malestar» fueron ciertos «garabandalistas» de primera fila, que no podían resignarse a que las «niñas» estuviesen fuera de su alcance y control...) Jacinta, muy probablemente, lloró menos que Loli' a la hora de las despedidas. No porque fuese menos sensible, sino porque tenía otro carácter: más difícil para la expansión. Antes de que el P. Luna pudiera arreglar lo de su estancia en el colegio, Jacinta hablaba de entrar en un convento de Carmelitas de clausura. Incluso el P. Luna había pedido ya su admisión en el Carmelo de Zaragoza, y la comunidad, por votación secreta, tenía aceptada la solicitud. ¿Por qué entonces no fue? 7 Quizá quien más se alegró de aquel cambio del Carmelo por un colegio de enseñanza, fue María, su madre; le parecía que así perdía mucho menos a su hija. No nos extrañemos: nada es tan difícil como la plena generosidad para el Señor. Pero volvamos a aquel 30 de septiembre de 1965, en que empiezan las dispersiones de Garabandal: Cuando las dos jovenzuelas, Jacinta y Loli, bajando ya hacia Cossío, se volvieron en uri recodo del camino para lanzar una última mirada a su pueblo, no podían entender la cantidad de cosas, reales y posibles, que estaban dejando atrás. * * * Allá arriba, saboreando a solas su pena, quedaba quien tanto había soñado también con su día 29, el día de su marcha para el aspirantado de las Carmelitas Descalzas Misioneras: Conchita. Su madre, que había dado oportunamente el consentimiento, luego se volvió atrás, negándose a dejar marchar a su hija antes de... ¿De qué? A Aniceta se le había hablado de la conveniencia y posibilidad de que Conchita fuese a Roma, para entrevistarse con altas jerarquías de la Iglesia, y ver incluso (de resultar posible) al mismo Padre Santo. Y Aniceta llegó a la conclusión de 9.ue esto había que hacerlo por encima 7 Parece que la acción decisiva para que Jacinta no entrara en el Carmelo partió de su padre Simón. El buen hombre se opuso terminantemente a última hora, por creer que era una barbaridad que su hija, a los 16 años, sin haber salido nunca de casa, sin tener la menor experiencia del mundo y de la vida, se comprometiera así y para siempre con algo tan difíc.il. La verdad es que Jacinta no estaba muy segura de su «vocación». Y cuando en el tiempo de los éxtasis, ella había hablado o preguntado sobre el particular, la Virgen nunca le ·había dado una clara respuesta.
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