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Se fue con prisas a la montaña 545 A través de todas estas declaraciones, creería Conchita estar haciendo los últimos servicios a la causa de la Virgen en Garabandal, antes de que le llegase la hora, por su ingreso en la vida religiosa, de guardar silencio y mantenerse en retiro. Anhelaba impacientemente esa hora. Pero al mismo. tiempo, .me pa– rece, sentía ..ante ella un instintivo temor. .. Dos días después de su encuentro con los americanos, se puso a escribir .al cura de Barro, don José Ramón García de la Riva. · Deliberadamente utiliza para su carta una hoja de papel donde está fotocopiado el mensaje del día 18 .de junio, y se desahoga así: «San ·Sebastián de Garabandal, 16-9-1965. Reverendo don José Ramón: Nada más unas líneas para decirle que me he enterado de que hace algunos días ha estado usted aquí; ¡pues lo he sentido mucho!, ya que quería hablar con usted unos minutos, de no poder ser más... Ya sabrá que dentro de pocas semanas, mejor dicho, de pocos días, ingresaré en un convento. Pues mi deseo de entrar pronto es para primero hacer, o intentar hacer, lo que la Virgen quiere. No sé si tendré verdadera vocación. Creo que sí, aunque algunas dudas tengo. La Virgen no me ha dicho de meterme .. . » Estas líneas últimas son muy reveladoras. ·Vuelven sobre algo que está desazonando hondamente a Conchita: no saber con exactitud los planes de Dios sobre ella. Hasta este momento, cuantas veces en sus éxtasis o locuciones ha hecho ella preguntas muy personales, referentes a su porvenir, tantas se ha quedado sin respuesta, o ha recibido como respuesta unas palabras que eludían claramente la cuestión. Y habrá de llegar un día en que este no sentirse claramente elegida por Jesús para formar parte de las que la Iglesia considera como sus «esposas», será para ella causa de grandes s:ifrimientos, y hasta de peligrosas crisis espirituales. Pero en estos finales de veranó de 1965, ella cuenta con marchar en seguida para la casa de Pamplona donde va a tener sus · comienzos de vida religiosa. Incluso está ya señalada la fecha de partida: 29 de sep– tiembre, fiesta de San Miguel Arcángel. ¿Acaso hubiera podido elegirse una fecha mejor? Sin embargo, llega la fecha, y Conchita ha de permanecer en Gara– bandal.. ., mientras ve con ojos llorosos cómo el día 30 parten para Zaragoza sus queridas compañeras y amigas, Loli y Jacinta. El reverendo don Luis Jesús Luna lo ha arreglado todo para que las dos puedan entrar gratuitamente, de internas, en el colegio que las Hermanas de la Caridad de Santa Ana tienen en la villa aragonesa de · Borja. Jacinta y Loli están ya en los dieciséis años: un comienzo de esplén– dida juventud. Nunca han vivido fuera de San Sebastián de Garabandal, y arrancarse ahora del pueblo, aunque por una parte las ilusione, tiene que resultarles muy doloroso... Parece que Loli, antes de partir, en la hora de las despedidas, empapó ampliamente dos pañuelos con sus lágrimas. ¡Explicable dolor! ¿No habría allf más que la pena de la separación y la de dar por cerrada la más inolvidable etapa de su vida?

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