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542 -Sólo un poco. He oído hablar del milagro del sol. -Ese milagro de Fátima no es nada en comparación de lo que va a pasar aquí. Esto será mucho, pero mucho más grande. (Entonces, la intérprete, Eloísa Deguía, insinúa a la señora francesa: «Quizá se vea a la misma Virgen en persona.» Conchita, que ha enten– dido, replica vivamente: ) -¡No, no! No será eso ... Si fuera eso, entonces se trataría de una aparición, no precisamente de un milagro. (Levantando los brazos y extendiéndolos, Conchita continúa: ) Lo de aquí será mucho más grande, mucho más fuerte que lo de Fátima. Causará tal impresión, que nadie de cuantos lo vean, podrá mar– charse con dudas. Convendría que todo el mundo estuviese presente, pues no habría seguramente castigo, ya que todos creerían. -Todos los enfermos que vengan, ¿serán curados? -La Virgen no me dijo «todos», ni tampoco «algunos», sino «los»: «Los enfermos quedarán sanos.» La Virgen reía, sonreía mucho. ¡No inspira ningún temor! -Entonces, Ella es muy buena. Buena como una madre. -No, ¡mucho más que una madre! Ella es buena como una que ade- más de madre fuese la mejor amiga, porque le podemos decir. todo lo que se nos pase por la cabeza. Y nos comprende. Y nos ayuda. Ella reía, y hasta jugaba con nosotras. Un día llegó a dejar su corona a Loli, para qué ésta se divirtiera poniéndosela en la cabeza (aunque Loli tenía mucho miedo de quemarse con las estrellas tan encendidas ... ). Con una madre no se siente una tan libre y tan confiada como con la Santísima Virgen. Nadie confiesa sus propias faltas a la madre, ni se le revelan los ocultos defectos ... 4 (Ver cap. 38 de «L'Etoile dans la Montagne».) Cuatro días después, 14 de septiembre, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, nuevo encuentro y nuevos desahogos, o precisiones sobre las cosas que han quedado flotando en el aire de Garabandal. Se diría que la joven vidente, ante su partida para el convento -que ella creía muy próxima-, es más fácil que nunca para hablar sobre las cuestio– nes que interesan a .todos. Esta vez, sus interlocutores son unos ame– ricanos. Ellos han dado sus preguntas por escrito, y por escrito les ofrece Conchita sus respuestas. Tenemos copia fiel de todo; pero sólo reproduciremos los puntos de mayor interés, pues hay bastantes cosas que ya están suficientemente repetidas: «-El Aviso, ¿será una cosa visible, una cosa interior, o ambas a la vez? -Es algo que viene directo de Dios, y será visible en todo el mundo, en cualquier sitio que se esté. -¿Revelará a cada persona del mundo sus propios pecados, incluso a personas de otras religiones y a los mismos ateos? + Conchita habla desde su propia situación. En Aniceta tiene ella una madre más bien severa y exigente; aunque llena de solicitud por el bien de su hija.
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