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540 El dfa 16 de agosto marcha definitivamente de Santander monseñor Beitia Aldazábal; la fiesta de la Asunción, con sus solemnidades litúr– gicas, con sus populares ramos de flores a los pies de la imagen que se levanta ante la catedral, ha sido su última jornada en aquella diócesis que ha tenido como suya durante tres años. Dos días después, 17 de agosto, se instala allí como obispo su sucesor, monseñor Vicente Puchol Montís. Ante el nuevo obispo, muchos sienten una gran euforia: es joven, de vocación tardía 1, enormemente simpático ...; otros no pueden -librar– se de un gran recelo: en la Iglesia de España ha empezado a vivirse ya, con cierto dramatismo, la disociación de mentes y voluntades (que lle– varía más tarde a violentos enfrentamientos), y el nuevo señor obispo aparece como demasiado beligerante en el frente de los «innovadores» (se dice de él, que es el iniciador, o al menos gran fautqr, del cambio total -algunos hablan de «verdadera revolución»- en el que van sien– do metidos los seminarios diocesanos). A propósito de Garabandal, los pronósticos no auguraban nada bueno con el nuevo señor obispo. Tan pronto como se dio a conocer su nom– bramiento, un sacerdote de Madrid, ex alumno de Comillas, comunicó al P. Lucio Rodrigo, S. J.: «Ya pueden andar con cuidado, conozco a don Vicente Puchol, y sé que está contra Garabandal. Es enemigo decla– rado de "apariciones" ... » * * * Sin que una cosa tuviese nada que ver con la otra, al día siguiente de la instalación de monseñor Pucho!, Conchita escribía al P. Laffineur, para comunicarle su «gran alegría: Mi mamá ya me deja entrar en el convento. Para mí, es una gran cosa poder consagrarme así a Cristo, totalmente, desde los 16 años, para toda la vida ... Pida usted por mí, para que pueda ir lo antes posible a las Carmelitas Descalzas Misioneras. Pensando tal vez que la partida de Conchita era inminente, el P. Laf– fineur arregló un nuevo viaje a España, para obtener de ella ciertas aclaraciones. El encuentro tuvo lugar en Torrelavega (Santander), el día 8 de septiembre, fiesta de la Natividad de María. Con el P-. Laffineur estaban unos compañeros de viaje, que sirvieron de testigos; al lado de Conchita estaba, como siempre, su madre, Aniceta. El P. Laffineur sometió a la joven nada menos que 45 cuestiones o pre– guntas. Y registró cuidadosamente sus respuestas: parte de éstas las ha hecho él públicas en el capítulo 37 de «L'Etoile dans la Montagne»; otra parte las ha reservado «para el porvenir». He aquí lo más interesante de las ya publicadas: «-Sí, yo he escrito al señor obispo la fecha del milagro (parece cier– to que esa carta no llegó nunca a las manos de monseñor Beitia: ¿por culpa de quién?) 1 Se llama asi a los que no han empezado desde temprana edad con la idea y la preparación del sacerdocio. . Después de la sangrienta guerra civil española, en el fervor de la reconstrucción católica del país, abúndaron mucho esas vocaciones tardías. Llegaron a superva– lorizarse, corno si de ellas se pudiera . siempre esperar bastante más que de las otras. Ha pasado el tiempo, y ante ciertos resultados, la especial estima por tale~ vocaciones ha mermado no poco.
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