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538 Admitimos la buena fe y el fervor religioso de las personas que acuden a San Sebastián de Garabandal, que merecen el más profundo respeto, y queremos apoyarnos precisamente en ·este mismo fervor reli– gioso para que, confiando plenamente en la Iglesia jerárquica y en su magisterio, cumplan con la mayor exactitud nuestras recomendaciones reiteradamente publicadas.» . Por ·las fechas en · que se elaboraba esta cuarta nota ..;_segunda y última de monseñor Beitia-, las perplejidades de éste debieron de au– mentar ante el cambio operado en el reverendo don Luis López Retenaga. Dicho sacerdote guipuzcoano;, que tantas veces ha salido ya en nues– tra historia, venía siendo ante el obispo de Santander, desde finales de 1962, el más convencido · y calificado defensor de la autenticidad de las cosas que ocurrían en Garabandal. Pero, de pronto, inexplicablemente -o tal vez demasiado explicablemente, según piensan algunos-, él dio una vuelta entera, cambiando su entusiasta defensa, no sólo por las dudas, sino por una abierta opinión de que todo «aquello» bien podía considerarse como fruto de intervención diabólica... Algo de lo ocurrido al reverendo don Luis puede verse en el capítulo 33 de «L'Etoile dans la Montagne»: «Un sacerdote deja de creer en Garabandal» (no se da su nombre). Desconcertante. Pero no demasiado. Garabandal seguía siendo, cada vez más intensamente, un «signo de contradicción». Pero, ¿no fue preci– samente esto lo que se profetizó a propósito del mismo Jesús? (Le. 2, 34). ·Siempre, aquí en la tierra, entre luces y sombras. ¡ Está arreglado ·quien pretenda para las cosas de Dios la claridad meridiana del «como dos y dos son cuatro», que tanto nos gusta en las de los hombres!
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