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536 Muchas y muy •sabrosas consideraciones se me ocurren ante seme– jante diálogo; pero creo que no dejarán de ocurrírsele a cualquier lector. Sigamos. Donde más cuajó la reacción .de alboratada repulsa para lo del 18 de junio fue en un sector del clero de la zona. Escribió el P. Laffineur en el capítulo 33 de «L'Etoile dans la Mon– tagrie»: «Al anochecer del día 18, fui invitado a una reunión que iba a tener– se en Puente Nansa al •día siguiente. Un ingeniero, que se presentaba como miembro de la Comisión de Santander, deseaba tener aquel en– cuentro, en el que tomaríamos parte.: él, los sacerdotes del sector y yo mismo. Hablé con don Valentín Marichalar, confidencialmente, sobre el asunto.. . y él ácabó oponiéndose del todo a mi asistencia. Quizá haya yo perdido así una ocasión preciosa para quedar bien informado. El ingeniero de referencia y su grupo de asistentes, con los que había yo de encontrarme, eran adversarios declarados de las apa– riciones. No se equivocaban los viejos romanos al decir que "es muy conveniente estar informado por el mismo enemigo".» ¿Cuál fue el resultado de aquella reunión de Puente Nansa? Según el citado escritor, los reunidos convinieron primero en que lo del men– saje -«muchos sacerdotes van camino de perdición... »~ iba por ellos; después, ya extendieron la cosa, afirmando con excitación que aquello iba por todos los sacerdotes; y finalmente, se fueron a Santander, a presentar su más enérgica protesta en el obispado (l. c., pág. 75). De verdad, no comprendo esa tan nerviosa: reacción por parte de aquellos sacerdotes. A no ser que algo, en su caso, .les convenciera de que el mensaje tenía demasiada razón. El cuarto «no» del obispado Quizá aquella reacción, apasionadamente hostil, de un grupo de cu– ras, pesara no poco para que la Comisión de Santander se decidiese a publicar una nueva nota sobre las cosas de Garabandal. Monseñor Eugenio Beitia Aldazábal, que ya había dejado de ser obispo titular de la diócesis, pero que continuaba al frente de ella como administrador apostólico, prestigió dicha nota con su autoridad y su firma, aunque no faltan motivos para dudar de que él, íntimamente, estuviese en pleno acuerdo con lo que oficialmente se declaraba. La nota está fechada el día 8 de julio, y se insertó en el «Boletín Oficial del Obispado» correspondiente a dicho mes, páginas 180-182: «Escribimos esta nota por imperativos de nuestro deber pastoral... El obispado de Santander ha recogido amplísima documentación, durante estos años, de todo cuanto allí ha acontecido. No ha cerrado su "carpeta" en este asunto. Recibirá siempre agradecido todos los ele– mentos de juicio que se le remitan. Han sido tres las notas oficiales que hasta el momento han aparecido, tratando de orientar el juicio de los fieles. Esta nota será la cuarta. Y su conclusión, la misma que la de las precedentes. La Comisión que entiende en la calificación de los he– chos no ha encontrado razones para modificar el juicio ya emitido,

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