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534 Así se explican muchas. cosas. ¿Cómo pueden aceptar ésos un men– saje como el del 18 de junio, si viene a insistir sobre exigencias que ellos tratan a toda costa de arrinconar? - Debéis sacrificaros más... - Pensad en la Pasión de Jesús ... ¡La Pasión de Jesús! No es ahí donde El interesa. El ya sólo es interesante cuando habla de ciertas cosas, más a gusto del «hombre de hoy». El ya sólo puede «contar» en aquéllos de sus dichos o hechos que parezcan estar incondicionalmente por la libertad y por la vida.. ., que no es precisamente lo que primero se ve en su «hacerse obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!»ª· Reacciones ante el 18 de junio Los muchos que habían acudido desde lejos a Garabandal, marcha– ron del pueblo, por lo general, bastante consolados y animados. Habían asistido a una nueva manifestación del cielo: una prueba más de que no estamos solos en las dificultades de nuestro mundo y nuestra hora. La mayor parte de ellos hubieran suscrito plenamente las líneas finales que J. S. puso en su reportaje para «Le Monde et la Vie»: «Hacia las cuatro de la tarde del día 19, bien fatigados, pero asimismo colmados, dejábamos el pueblo, camino de Santander.» Entre los del pueblo y la gente de los pueblos próximos, parece que no fue tan unánime ni tan positiva la reacción; hubo de todo. La situación queda reflejada en varios pequeños episodios. El P. Laffineur, que, tal vez forzosamente, se había mantenido en un discreto apartamiento durante aquellas intensas jornadas, al fin, con la marcha masiva de los llegados, pudo moverse por el pueblo con toda holgura. No tardó en enq:mtrar al albañil Pepe Díez, testigo tan de primera línea para muchas cosas: -¿Qué tal, Pepe? ¿Qué dice ahora el pueblo? -Esta vez, la cosa está hecha. Me parece que todos creen de nuevo. Pero el entusiasmo no era tan general. O, al menos, había cualifica– das excepciones. La señora del doctor Ortiz, Paquina de la Roza Velarde, y su herma– na Eloísa aprovecharon su estancia en el pueblo para entrevistarse varias veces con Pilar, la madre de Mari Cruz. El día 17, víspera del acontecimiento, la encontraron desasososegada: «Miren-les decía, casi lloriqueando-, ahora somos despreciados por todos ... Por ahí andan unas hojas en que dicen que nosotros éramos los que menos íbamos a la iglesia... Que digan de mí, no me importa; pero que digan de Mari Cruz... y de su padre.» 11 ¡Cuánto daría_n algunos por borrar una de las principales declaraciones del Evangelio: «Meteos por la puerta estrecha; porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que van por ahí; pero ¡qué estrecha es la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida: así son tan pocos los que llegan a .ella»! (Mt. 7, 13-14).
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