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Se fue con prisas a la montaña 53 una exclamación de entusiasmo, casi la exclamación de «¡Ella es!», sólo obtuvo esta concesión bondadosa: «Es muy hermosa su imagen, señor escultor, pero ¡no es Ella, no! ¡Hay tanta diferencia entre ésta y la que yo vi, como de la tierra al cielo!» · Las niñas de Garabandal, como la de Lourdes, podrán decirnos de la forma de su cabellera, del color de sus vestidos, de las actitudes de sus manos ... : de lo que no acertarán nunca a hablarnos cual conviene es de la GRACIA total de su persona, del Encanto de su sonrisa, de la Luz de su mirada, de la Melodía ultraterrena de su voz, del Resplandor de bondad, de hermosura, de pureza, de amor. que la tenía como divi– namente transfigurada. ¡Criatura singular, donde la Naturaleza y la Gracia se encontraron para dotarla al máximo, y hacer de Ella el insu– perable milagro de la Perfección! No es extraño que el poder contemplarla fuese como un trasunto del paraíso, y que las horas les parecieran a las videntes fugacísimos «minutines», y que el lugar más frecuente de las apariciones mereciese ser llamado «un trocito de cielo». Me han contado esto de Loli: algúJJ. tiempo después de lo que vamos narrando, ella, gracias a unas personas amigas., pudo asomarse por pri– mera vez al mar (por Comillas) 1s. Le impresionó aquella panorámica espléndida; y alguien debió de decirle: «¿Qué te parece? ¿No es mara– villoso?» «Vaya que lo es, respondió la muchacha; pero ¡después de . haber visto a la Virgen ... !» . Para que podamos imaginarnos mejor lo que fue el encuentro de las niñas de Garabandal con la Reina y Madre del cielo, quiero poner aquí lo que Conchita declaró años más tarde a la pintora santanderina, resi– dente en Barcelona, doña Isabel de Daganzo. Esta misma señora es quien me ha dado el informe, garantizado con su firma. «Resumen de mis conversaciones. cop Conchita -en Burgos 16 , del 7 al 15 de noviembre de 1967-, acerca de las apariciones de Garabandal. Yo quería, con su ayuda y la de la Santísima Virgen, llevar a los lienzos algo que recordase bien lo que fueron aquellas escenas celestiales. Le presenté, entre varios bocetos, el de Ntra. Sra. de Garabandal (ella me había dirigido sobre él, primero en el pueblo y luego en Pam– plona), del que ha salido la imagen que se venera hoy en la capilla del arcángel San Miguel en Garabandal, reproducida también en estampas de color que corren por el mundo entero. -Tu Virgen está bien, me dijo Conchita; sólo tienes que hacerle el vestido más airoso. No había nubes: sólo LUZ... A veces sonreía tan– to, que se le veían los dientes. El cabello lo tenía algo más. ondulado. Las flores del vestido eran como bordadas en blanco. .. El escapulario, todo de una pieza, y algo mayor. 1s La llevaban a ver al P. Lucio Rodrigo, jesuita, de quien se hablará más ade– lante; era profesor de Teología Moral en la famosa Universidad Pontificia de aque– lla villa costera, relativamente próxima a Garabandal. 16 Conchita residía a la sazón en aquella ciudad como interna en el colegio de las religiosas Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza (calle Miranda, 11). Allí estuvo todo el curso 1966-1967, y luego hasta Navidad de este último año, fecha en que su madre la sacó del colegio.
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