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Se fue con prisas a la montaña 531 ciales.. . Mientras el silencio va recubriendo poco a poco algunos mis– terios fundamentales del cristianismo, vemos aparecer una tendencia a construir, partiendo de datos psicológicos y sociológicos, un cristianis– mo desligado de la tradición ininterrumpida que lo une a la fe de los Apóstoles, y .exaltar una vida cristiana .privada de elementos religiosos... De entre nosotros mismos -,-como en tiempos de San Pablo- se levan– tan hombres que dicen cosas perversas, para arrastrar a los discípulos en su seguimiento (Hechos, 20, 30)... » Es con los obispos con quienes habla el sucesor de .San Pedro. Sustancialmente vinculado a obispos y sacerdotes está el gran mis– terio de la Eucaristía. ¿Cuál _esla situación en torno a ella? El mensaje lo _dice bien claro: hay un progresivo oscurecimiento, una merma cre– ciente de su importancia. Los resultados se z.divinan. Porque si la Eu– caristía es el misterio de la mejor presencia de Jesús entre nosotros, cuanto más se oscurezca su realidad, cuanto menos cuente en nuestra vida, más lejos nos encontraremos de El y, por consiguiente, más fríos y más a oscuras. Que esto estaba ya sucediendo en amplios sectores de la Iglesia, y con tendencia -a extenderse por toda ella, no podía saberlo Conchita por medios naturales aquel 18 de junio, pues }as crisis de doctrina y de culto en torno al «Mysterium Fidei», que ya habían reventado por algu– nas partes, aún estaban lejos de dejarse sentir en el seno de la cris– tiandad española y, menos aún, en aquellos ambientes que la jovencita podía conocer 10 • Meses más tarde, .apareció ya la primera llamada de atención, solem– ne y oficial: fue una encíclica de Pablo VI, «dada en Roma, junto a San Pedro, en la fiesta del Papa San Pío X, 3 de septiembre de 1965, año tercero de nuestro pontificado». En tal e::icíclica, conocida precisa– mente por el nombre de «Mysterium Fidei», declara el Papa los motivos que le han llevado a publicarla: «No faltan, venerables hermanos (habla con los obispos), motivos de grave solicitud y ansiedad, acerca de los cuales la conciencia de nuestro deber apostólico no nos permite callar... Sabemos ciertamente que entre los que hablar:. y escriben de este Sacro– santo Misterio, hay algunos que divulgan ciertas opiniones acerca de las misas privadas, de la Transustanciación y del culto eucarístico, que tur– ban las almas de los fieles, engendrándoles no poca confusión en verda– des de la fe ... » 'º Por los días en que sonaba el mensaje en las alturas de Garabandal, llegaba yo a una tierra de Francia donde iba inmediatame;:ite a encontrarme con cosas que no hubiera podido sospechar desde España... Cuando meses más tarde, ya en París, cayó en mis manos aquel mensaje, que se presentaba como dado en las apariciones «du village de Garabandal, en Es– pagne», quedé sorprendido por lo .certeramente que apuntaba, dentro de su so– briedad, a las cuatro cosas que más peligrosamente estaban ya :revolucionando a la Iglesia católica: - La crisis del sacerdocio. - Las desviaciones doctrinales y prácticas en torno a la Eucaristía. - La progresiva pérdida de todo enfoque penitencial o ascético de la vida. - La marginación de Cristo en todo lo que El pueda ser una exigencia, personal, de paciencia, de sumisión, de sacrificio, de hurr:illacione~. - _ Aquello entonces no se Je podía ocurrir a una muchachuela de España; y menos no teniendo más horizontes que los de su aldea perdida en la Cordillera-_Cantábrica.
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