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Se fue con prisas a la montaña 525 quien lo único que pudo sacar a la vidente, acerca del mensaje recibido, fue la vaga declaración de que «era más bien triste». · Para conocerlo en sus términos precisos, había que esperar a la ma– ñana siguiente. Pero no todos podían esperar. Tal fue el caso del citado señor Fon– taneda: «Quedó Conchita en dar el mensaje del ángel al día siguiente, sábado, por la mañana, después de la comunión; pero yo no pude espe– rarme. Bajamos de allí a las dos de la madrugada, sin haber cenado nada, con sólo dos "Coca-Colas" que me dieron de milagro donde Ceferino.» Por aquellas altas horas de la noche, el pueblo ya estaba casi del todo sosegado y en silencio. La necesidad de descanso y sueño había ido llevando a todos a recogerse en alguna parte... y, por fin, sólo las estre– llas siguieron en vela, centelleantes y tranquilas, desde las varias leja– nías del firmamento. ¿Qué designios misteriosos se cernían sobre la tierra? ¿Qué podía suponer en tales designios aquella jornada del 18 de ju– nio en Garabandal, que acababa de irse? ¿Dejaría huella? ¿Se hundirá pronto en el olvido?

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