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524 »Luego decía, como repitiendo y preguntando: "¿Sacerdotes? ... ¿Obis– pos? ... ¿Dos de julio? ..." 25 »La vi santiguarse con majestuosa lentitud; .. .y súbitamente se llevó las dos manos a la cara, tratando de proteger sus ojos contra los poten– tes reflectores. El éxtasis había terminado.» En este relato del P. Luna falta un detalle, del que nos hablan los informadores franceses: «Conchita ha permanecido inmóvil como unos doce. o trece minutos, en coloquio con su misterioso interlocutor. De pronto, siempre en éxta– sis,, se pone de pie, blandiendo hacia arriba en su mano derecha un crucifijo (que ella diría después haber sido tocado entonces por el ángel), cae nuevamente de rodillas y acerca sus .labios al crucifijo con una extraordinaria expresión de amor. Fue en este momento, según me ha dicho mi madre, cuando uno de los guardias civiles, con el rostro demudado, se santiguó solemnemente, como para decir: "Yo creo." »Luego, Conchita, sin .poder darse cuenta en absoluto de lo que había a su alrededor, sin cambiar. para nada la inmovilidad de su rostro ni la fijeza de su mirada, fue dando a besar el crucifijo a tres personas, precisamente tres franceses: un viejo sacerdote que se encontraba a su lado, un padre de familia, residente en España desde hacía tiempo, y un profesor cristiano de Máuléon (Bajos Pirineos)... 26 »Después de signarse y santiguarse con extraordinario cuidado, ella bajó la cabeza y, sonriente, sin muestra de fatiga ·alguna, se levantó. »Los seis guardias civiles difícilmente lograban protegerla de la mu– chedumbre ... » («Le Monde et la Vie», l. c.) No es de extrañar que la tarea de los guardias resultase así de difícil: todo el mundo quería ver a Conchita de cerca, tocarla si era posible, hacerle preguntas ... , sobre todo desde el momento en que se corrió que ella había recibido un mensaje . Don Aniano Fontaneda, en su carta antes citada, dice al P. Andreu: «El crucifijo que dio a besar en el éxtasis era el mío, que se lo había dejado cuando me fui de su casa, camino de "el Cuadro" ... Al volver, fue dando a besar a todos este crucifijo; y a la puerta . de su casa, siguió, hasta que terminaron de besarle; entonces me lo devolvió, y todos venían a pedírmelo, pues querían besarlo. Cuando dejé la casa de Conchita, pasó igual en la taberna de Ceferino, con los catalanes, argentinos .y ·madrileños : a cada paso tuve que sacar el cristo, hasta que una señorita de Segovia, llamada Fuencisla Fernández Pacheco 27 , se encargó de hacerlo.» Entre las pocas personas que lograron meterse en casa de Conchita después del éxtasis, estaba el corresponsal de «Le Monde et la Vie», 25 Fueron pocas las palabras que se logró entender claramente a Conchita du– rante el éxtasis; unos relatos dan unas; otros, otras. Pero casi todos coinciden en éstas de: ¡Perdón, perdón! ... Todavía no, todavía no... ¿2 de julio?... 26 Según «L'Etoile dans la Montagne», pág. 71, estos tres afortunados fueron: el ya mencionado P. Pe!, el señor Mazure y el señor Piqué. Y la cosa resultó sorprendente por partida doble, pues nadie se explica cómo pudieron llegar ellos cerca de Conchita en aquellos instantes, ni cómo ésta pudo darles a besar el crucifijo, sin verles y dando de lado a otras personas que estaban más próximas. .. . 27 Hermana de nuestra ya conocida Paloma, señora de Larrauri.

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