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520 el hogar. Ella me estrecha la mano y pide excusas por lo que he tenido que esperar para conseguir la entrevista. -¿Estás contenta? -le pregunto. -Contentísima, .señor. Siento una gran alegría. -¿Por qué? -Porque hoy veré al ángel, y esto es maravilloso. -¿Te has fijado en la cantidad de gente que ha acudido a Gara- bandal? -¡No dejo de pensar en ellos! -¿Y qué impresión te produce este enorme gentío? -Mi alegría es difícil reflejarla en palabras ... ¡Qué contenta estará la Señora! -¿Es seguro que hoy verás al ángel? -Segurísimo. -¿A qué hora? -Eso no lo puedo decir, porque no lo sé. Yo no sé la hora pero presiento que será algo tarde. -¿Qué siente·s cuando se te aparece la Virgen? -Una angustia ( emoción) muy fuerte, que sube del pecho a la gar- ganta ... y que se hace luego una luz maravillosa. -¿Qué crees que te dirá el ángel? -Cierto, no lo sé; posiblemente será un mensaje... Pero no sé, ya veremos. «Cuando salgo a la calle; el gentío se agrupa a mi alrededor. Todos quieren que les cuente lo que Conchita me ha dicho. Franceses, ameri– canos, portugueses, todos me ruegan por caridad que les dé alguna expli– cación. Cuesta convencerles de que ha sido una entrevista normal, de que nada me ha dicho la vidente sobre la hora o el lugar en que ocu– rrirá el éxtasis. A partir de las tres de la tarde, la concentración de peregrinos en torno a la casa de Conchita se fue haciendo imponente... Fuerzas de la Guardia Civil de la 242 Comandancia se encargaban de mantener el orden, aunque no hubo necesidad de que intervinieran violentamente en ningún momento. Los grupos de franc.eses y demás extranjeros dieron una lección de fe, devoción y seriedad, que ya quisiéramos para nosotros los españo– les 15 • En todo momento partió de ellos la iniciativa para rezos y ple– garias ... En tal ambiente, no faltaron momentos cercanos al histerismo: unos cubrían materialmente a Conchita de medallas, escapularios y estam– pitas, esperando que los tocara y besara; otros se abrían paso hasta ella, para pedirle un autógrafo, hacerse una foto... Una madre le llevó en brazos a su hijo paralítico, suplicándole que lo besara... » 15 «L'Etoile dans la Montagne», pág. 68, dice: «Hacia la hora del crepúsculo apa– recieron unos grupos de españoles, chicos y chicas, cuya desenvoltura venía a ser una prueba de que también el demonio quería estar presente al espectáculo.»
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