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Se fue con prisas a la montaña 517 Conchita había ido quedando sola como centro de todo «aquello»; y ella era así la ocasión o la causa: de las envidias que se agitaban en unos, de las desconfianzas que atormentaban a otros, de la expectación que aún había en muchos. Y Conchita, el día 13 de junio -domingo anterior a la fecha tan esperada y tan temida-., cogió frío ... Muy inoportunamente, desde luego. Amaneció el día 14 con una fuerte afección gripal, que puso su tempe– ratura en 39 grados. Durante tres días estuvo debatiéndose en la cama entre sudores y molestias. El jueves, día 17, era la gran fiesta del Corpus Christi, y Garabandal, como tantos otros viejos pueblos de España, puso en la celebración de tal fiesta lo mejor de su piedad y de su entusias– mo 10 ; pero aquella hija de Garabandal no pudo seguir tal celebración más que de lejos, desde su lecho de enferma. Al paso de la procesión por los alrededores de su casa, oía perfectamente los cánticos de la multitud que acompañaba al Señor Sacramentado: «Altísimo Señor, que supisteis juntar... Cantemos al Amor de los Amores ... : Dios está aquí, venid adoradores ... Cielos y tierra, bendecid al Señor... » Su Madre, Aniceta, había preparado en la calle, al lado de la casa, un pequeño arco de triunfo, hecho de ramajes y adornado de flores; también había puesto una colgadura con los colores de la bandera nacional y un le– trero que decía: « ¡Viva Cristo Rey!» ¿Qué más podía hacer la pobre mujer? Era el muy sentido homenaje que ella ofrecía al Señor en nom– bre propio y en el de todos sus hijos, muy especialmente en el de aquella hija que ¡precisamente aquel año!, sólo podía acompañarle en espíritu. La súbita enfermedad de Conchita fue objeto de los más dispares comentarios: ¡Bonita manera de prepararse una <<salida», por si el vier– nes (día 18) no pasa nada!, decían unos. Las cosas de Dios, en este mundo, nunca vienen sin alguna tribulación, decían otros. Los que aún esperaban, no hacían más que preguntarse, con mayor o menor carga de inquietud: ¿Estará ella en pie para la cita del ángel? Difícil parecía esto, pues aunque la enferma había mejorado mucho durante la jornada del Corpus, el médico prescribió que ella siguiese en cama, o al menos sin salir a la calle, durante otros seis días. Una nueva congregación de la esperanza A lo largo de todo ese festivo día 17, estuvieron llegando forasteros. Lo mismo ocurrió durante el día siguiente, 18, viernes, hasta bien entrada la tarde. Abundaban• los extranjeros. De éstos, «L'Etoile · dans la Montagne» hace el recuento así: «Doscientos franceses, diez norteamericanos, seis 'º Se limpiaban y adornaban cuidadosamente las calles, con motivo de la procesión que había de pasar por ellas llevando al Santísimo Sacramento; a esta procesión, la más solemne del año, asistía el pueblo en masa, y quienes de verdad no podían asistir se ponían de rodillas en las puertas, las ventanas o en los balcones, al paso del Señor. En este Corpus de 1965 fue un sacerdote forastero, el P. Laffineur, quien tuvo el honor de ir bajo el palio llevando la custodia.
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