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Se fue con prisas a la montaña 499 A todo esto nos referimos cuando hablamos del fin del mundo. Si la expresión «fin de los tiempos» no significa lo mismo, entonces tiene que apuntar a algo previo y de excepcional envergadura. ¿A qué? Esta es la cuestión. EL TIEMPO, ciertamente, no acabará hasta que no acabe la realidad presente, que es transitoria, sujeta a sucesión y cambio; por eso, el fin del TIEMPO coincidirá con «el fin del mundo». Pero «los tiempos» bien pueden no ser lo mismo que el tiempo... Jesús, en su discurso escatológico 3 4, según la versión de San Lucas (21, 24 ), dice a propósito de la próxima ruina del pueblo judío: Jerusa– lén será hollada por los gentiles 35 hasta que se cumplan los tiempos de las naciones. Es decir, el primer pueblo elegido, Israel, quedará como desechado, y su capital, la Ciudad Santa, abandonada de Dios, al igual que durante el gran cautiverio de Babilonia; los gentiles que abra– cen la fe, reemplazarán entonces como pueblo de Dios al pueblo judío infiel... Tal situación durará largamente: serán «los tiempos de las naciones». Estos «tiempos» se cumplirán cuando llegue de nuevo la hora dé Israel, por una conversión en masa al cristianismo. Los efectos de semejante conversión tendrán un alcance enorme, según San Pablo (Rm. 11, 11-15): La caída de los judíos ha traído la salvación a los gentiles ... Y si su caída ha sido una riqueza para el mundo, y su menoscabo, una fortuna para las gentes, ¿qué no será su restauración o plenitud? ... Será como un resucitar de los muertos. La Historia tendrá entonces un giro espectacular, imprevisible y maravilloso. Habrá, verdaderamente, «tiempos nuevos». El «fin de los tiempos», que se anuncia pata después del tercer su– cesor de Juan XXIII, ¿es precisamente la «consumación de los tiempos de las naciones», que dará paso a la nueva y grande hora de IsraeJ, al servicio de Dios y de la humanidad? Es muy sugestivo decir que sí.¼; y yo lo diría, si no fuese por una grave dificultad: el anuncio de que el tercer sucesor de Juan XXIII 34 Se llama así porque habla de los últimos acontecimientos, de lo referente a la consumación final de la marcha histórica del hombre. El tratado teológico que estudia esas postrimerías del mundo recibe el nombre de «Escatología». 35 Para los judíos, «gentiles», «gentes», eran. todos los demás hombres, todos los otros pueblos; es decir, los no descendientes de Abraham, el gran elegido de Dios. Ellos, los israelitas, hijos y herederos de la Promesa, constituían un pueblo totalmente aparte; los demás eran la masa común. Por eso la palabra .«gentil», más que a una actitud o profesión religiosa, apuntaba a una condición racial de «masa». 36 Quizá el mismo hecho de l?resentarse la Virgen en Garabandal como Virgen de Monte Carmeio, aparte de su «intención» teológico-espiritual (recuérdese la «Subida al Monte Carmelo» de San Juan de la Cruz), tenga también su misteriosa referencia a esta próxima escatología. El Monte Carmelo está muy -ligado al culto de la Virgen desde tiempos remo– tísimos; pero también está muy ligado a la historia de l1srael (en horas decisivas para la Alianza) y a la actuación del gran profeta del Antiguo Testamento, Elías Tesbita. Al revalidar la Virgen, en esta hora novísima del mundo, su viejo título de Se– ñora del Monte Carmelo, ¿No querrá indicar una próxima y decisiva intervención suya para que se realice cuanto antes lo que está pendiente desde hace casi dos milenios: la conversión global de Israel, cumplidos ya ,Hos tiempos de las naciones»?
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