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Se fue con prisas a la montaña 49 «Cuando llegamos al pueblo, nos estaba esperando mucha gente, y sacerdotes (unos diez u once), médicos, un abad; y muchos coches 5 • Nos fuimos para la Calleja, a rezar el rosario; y sin llegar allí, se nos apareció la Virgen, con un ángel a cada lado. UnO era San Miguel; el otro, no sabemos. Venía vestido igual que San Miguel: parecían me– llizos» 6, San Miguel. Suena aquí por primera vez este nombre esclarecido. Y así sabemos ya quién era el ángel misterioso que tanto ha visitado a las niñas durante los catorce días precedentes. Ha vuelto hoy acom– pañando a la Reina, y en esta visita soberana culmina su misión de anunciar y preparar... Aunque su nombre no dijera cosa especial a las videntes, a noso– tros sí que nos dice mucho: que no puede ser sino de muy gran enver– gadura lo que acaba de empezar en Garabandal, cuando en orden a ello Dios ha querido servirse nada menos que de su primer arcángel *. Porque siempre la doctrina o enseñanza católica ha presentado a San Miguel como el número uno de todos los seres o espíritus celestia– les. Es el instrumento de Dios para las empresas mayores. Es el que vela en plano superior por todos los elegidos (ángel custodio de la Sinagoga, en su día, y ahora, de la lglesía). Es el que conduce, como «Príncipe de la Milicia Celestial», el amplísimo frente de combate con– tra los Poderes del Abismo. En el postrer libro de la Sagrada Escritura -páginas conclusivas de la Historia de la Salvación- aparece San Miguel como el ángel de los últimos y decisivos combates (capítulos 12 y 20). Podemos pregun– tarnos si no hemos entrado ya en la etapa final y resolutiva de la Historia. .. El tiempo en que Satanás era impedido de «extraviar a las naciones», ha concluido evidentemente. Hoy las naciones de la ex Cris– tiandad, o han apostatado con descaro, declarándose oficialmente ateas, o han acabado por aceptar como situación de derecho (instaladas a gus– to en el laicismo) el desconocer oficialmente a Dios. León XIII tuvo sus motivos, misteriosos y fuertes, para mandar al final de las misas rezadas, aquella oración de «Arcángel San Miguel: defiéndenos en la batalla... ». Hace ya unos años -casi por los días de Garabandal-, la .Jerarquía creyó oportuno suprimir tales preces «post Missam»; pero esto no autoriza a pensar que puede descuidarse la invocación del santo arcángel, como si la batalla estuviese ya ganada: la situación de la s Parece que entre los médicos se encontraban e.os de Santander capital, que tendrán que ver bastante en el curso de esta historia. Dice don Juan A. Seco: «La calleja se encontraba repleta de gente, que rezaba el rosario; todos .querían presen– ciar el éxtasis. A mi lado se encontraba el segundo jefe de «Saltos del Nansa», señor Rocha, que había subido al doctor Morales y al doctor Piñal, de Santander... Re– cuerdo' que me dijo el señor Rocha: ''Esta tarde las videntes no vendrdn al cuadro para ver la visión", dándome a entender que aquellos médicos sabrían acabar con tales fenómenos. Yo le respondí, que en las cosas divinas no había médico que tuviera poder.. .» 6 Diario de Conchita, página 29. Al hilo de su narración, como podrá luego observarse, vamos desarrollando estas páginas. * El teólogo M. Bouttier, en el artículo «Anges», del Vocabulaire Biblique, Ed. Neuchatel, hace esta importante observación sobre los Angeles: «Su aparición es siempre señal de una intervención directa y decisiva de Dios, que en ese momento ya no deja que los acontecimientos sigan su curso natural, sino que a través de Ellos, los Angeles, toma milagrosamente las cosas en su mano.»
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