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40 tan portentosas actrices, que durante meses y años sorben el seso a millares de personas, de España y del extranjero, entre las que hay decenas de sacerdotes, médicos, abogados, ingenieros, periodistas, es– critores ... 29. Acabado todo el jaleo de aquella tarde, difícil de olvidar, las cuatro criaturas se encontraron con algo inesperado: «Nos miramos las pier– nas, y estaban llenas de pinchazos, pellizcos, y marcas de uñas que nos habían clavado. Pero no nos dolían, aunque allí estaban las marcas 30», Al fin, llegan las palabras Como si para todos hubiera sido necesario reposar las fuertes y múltiples emociones de los últimos días, el lunes 26 y el martes 27 «no hubo aparición». Y lo que es peor, las niñas empezaron a temer que todo se hubiese acabado. «Nos quedamos muy tristes, porque creía– mos que no volveríamos a ver ya nada». Tal vez todo el motivo de la venida del ángel era para comunicar aquello que estaba en «el letrero» de los dos últimos días: como ellas no le han prestado la debida aten– ción... A aumentar la tristeza de las pobres criaturas contribuye la desilusión y la amarga reacción de despecho, manifestada en palabras mordaces, de la mucha gente que ha subido esos dos días con ansias de ver algo. En la calleja no han tenido más que rezos ... y ellos no venían precisamente a rezar. Se marchaban diciendo: «¡Claro! Como éramos muchos y éstas de Garabandal no están muy acostumbradas, no se han atrevido a hacerlo delante de todos». Las cuatro seguían normalmente con sus labores, yendo a la escuela, visitando al Santísimo; mas no podían ocultar el sufrimiento que lle– vaban dentro. 29 También afloró por entonces la explicación (facilísima de decir, pero tan difí– cil de probar, que hasta ahora nadie lo ha logrado) de que todo era efecto de alguna enfermedad o anormalidad de las videntes. Anotó el tantas veces mencio– nado brigada de la Guardia Civil, señor Alvárez Seco: «El médico titular del Ayun– tamiento, don José Luis Gullón, dice que están epilépticas y enfermas, que todo lo que les pasa es debido a la enfermedad que tienen (él nunca dice de 9-ué enferme– dad se trata); pero yo veo que ellas están la mar de bien, que cada día están más guapas y sanas, mientras que sus familiares, padres y hermanos, presentan aspecto de cansancio y sus rostros denotan claramente la falta de sueño y r~poso.» 30 El ya cita.do P. Ramón María Andreu fue, con la autorización del prelado santanderino y de sus propios superiores, uno de los excepcionales testigos de los sucesos en Garabandal. Redactó un informe de valor extraordinario, y en el que se dice acerca de los éxtasis de las niñas: «La anestesia, en lo que se refiere al dolor, parece completa. Aparte de las grandes pruebas que se les han hecho, como pincharlas, yo las he visto dar unos grandes rodillazos sin acusar gesto de dolor alguno. Lo más impresionante para mi en este sentido, fue cuando vi a Loli darse un gran golpe en la cabeza contra la arista de un peldaño de cemento. El ruido fue tremendo: los presentes ahogaron un grito, de la impresión; pero la niña, sentada en el suelo, sonreía y hablaba con su visión. Al volver en sí, le preguntamos si había sentido dolor.. . Ella no recordaba ningún golpe. Tal vez habría sido, dijo, cuando sintió como un calambre por todo el cuerpo, pero sin dolor alguno. Sin embargo, en la cabeza tenía un chichón en el lugar del golpe.»

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