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36 piedras del camino a los Pinos, que ya huelen a maravilla. Hay claridad y sosiego sobre los campos de alrededor, por las laderas de los montes. Hay por todo el aire, el múltiple y sutil aroma de la primavera en ple– nitud, olor de prados florecidos o con heno recién segado... 17 Está allí, en torno a las niñas, casi toda la gente del pueblo, presi– dida por su cura. Entre erp.ociones y anhelos se van desgranando una a una las cuentas del rosario... Y al final, ¡por fin!, el éxtasis de las niñas. ¡Aquello era cierto! Los gritos de entusiasmo se mezclaban con los desahogos de la emoción. Pero no todas las resistencias habían caído ya. Entre los asistentes estaba un tal señor Manín 1s, profesor; seguramente por un afán de información más completa, dicho señor llevaba a las niñas, después de sus éxtasis, a la casa de un vecino, para interrogarlas detenidamente sobre lo que habían visto... Algunos sacaron de aquí que era él quien «preparaba» a las niñas para sus trances de la calleja; fueron también sospechas de los mismos guardias civiles 19, que hasta pensaron me– terle en la cárcel. Don Valentín Marichalar se contentó, en esta tarde del jueves, con ser un testigo más. Pero al día siguiente, 23 de junio, quiso actuar como principal responsable ante lo que estaba pasando. De nuevo hubo éxtasis en la calleja, a la m.isma hora del crepúsculo y como final de los acostumbrados rezos. Pero la asistencia había cre– cido notablemente, pues la noticia de lo que estaba ocurriendo en San Sebastián se había extendido ya por los pueblos vecinos: Cossío, Puentenansa, Rozadío... 20 Acabado el éxtasis, la gente trataba de desahogar su emoción aba– lanzándose a besar a las niñas. «-Ese día los guardias no quisieron que el profesor nos llevara para preguntarnos, y fuimos con el párroco a la sacristía de la iglesia, 17 La siega y almacenaje de la hierba es la principal faena del campesino mon– tañés, que vive sobre todo de sus vacas. Las tierras de Santander -no tanto en Garabandal- son como un continuo sucederse de prados de hierba y bosque de eucalipos. Por las fechas del mes de junio a que nos referimos, la recogida de la hierba suele estar en pleno desarrollo. 18 Este señor profesor estaba en .San Sebastián dando clases al hijo de un «in– diano» del pueblo. Le llamaban Manín o Manuco (seguramente de Germán). Parece que ahora vive en Santander. 19 Dice el brigada en sus memorias: «Estaba en el pueblo un maestro o profesor que había venido para dar lecciones en las asignaturas suspendidas al hijo del "indiano" Taquio (don Eustaquio Cuenca), y este maestro tenía que estar pendiente de las niñas y acompañarlas durante las apariciones para escuchar lo que decían y tomar nota. La gente empezó a decir que. si las hipnotizaba, que si les daba píldoras u otras cosas por el estilo. Cierto día, después de la aparición, me avisa un compañero, sargento,. que el maestro se ha llevado a Conchita a casa del india– no, y que va a resultar verdad lo que la gente está diciendo. .. Me traslado inme– diatamente a la mencionada casa y me encuentro, efectivamente, al maestro con la niña en una habitación; le pregunto el :por qué de aquello, y me responde que lo hace por encargo de don Valenín, para ir reuniendo datos que luego se presen– tarían en ·un informe al señor obispo.» 20 Son todos, pequeños pueblos ribereños del río que da nombre al valle. y cuenca. Puentenansa está aguas ;¡.bajo de Cossío; Rozadío, aguas arriba. Este últim<> es el «Robado» de «Peñas Arriba», patria chica de Neluco, el joven y simpático médico de la novela.

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