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Se fue con prisas a la montaña 35 Y no sólo a don Valentín. El brigada don Juan A. Seco ha escrito en sus memorias: «El día 21 de junio me di cuenta de que algo maravilloso estaba ocurriendo en mi demarcación. Yo había ido ese día de consulta donde el médico del Ayuntamiento, en Puente Nansa, y el médico, don José Luis Gullón, me comunicó muy sorprendido lo que acababan de decirle dos mujeres que habían bajado de Garabandal, que se había aparecido un Angel a cuatro niñas del pueblo. »Creo que en aquel momento no sé si le pedí ya al médico la receta que necesitaba para mi oído, pues me da la impresión de que no llegué a necesitarla, ya que oí perfectamente lo que manifestaban aquellas señoras. Me fui inmeditamente a la casa cuartel de la Guardia Civil y ordené al cabo don José Fernández Codesido, que subiera a San Sebastián de Garabandal y se informara cuidadosamente de todo lo ocurrido. »A su regreso, el mencionado cabo me dio cuenta de cómo había estado separadamente con cada una de las cuatro supuestas videntes y cómo ellas coincidían en todo: que se hallaban jugando a las canicas a la entrada de la calleja que llaman de la Campuca, y que de pronto... »Al día siguiente, 22 de junio, decidí ir a hablar con el señor cura, a quien me lo encontré en el camino... Y al otro día subí yo con mi ordenanza a Garabandal, para informarme personalmente de lo que allí había ocurrido, y ponerlo en conocimiento de mis superiores en San– tander... »A partir de ese día, yo me sentía contento, y dispuse que hubiera siempre una pareja de vigilancia en Garabandal. La noticia corrió por todos los pueblos limítrofes y a diario se desplazaban gentes a Gara– bandal, lo que motivó que se fuera aumentando la vigilancia; pronto llegó a ser la concurrencia de 500 a 3.000 personas por día.» Pero volvamos a don Valentín. Tan impresionado debió de quedar el buen cura con lo que le rela– taban, que estaba ya decidido a ir a Santander aquel mismo día, jue– ves 22 16 , a informar de todo en el obispado. Alguien le hizo desistir con una acertada observación: «¿Por qué no aguarda usted a presenciar por sí mismo lo que ocurra? Seguramente habrá algo esta tarde, y así, después, podrá informar mejor de todo». Gracias a tan sensata observación, este día, eucarístico entre todos los de la semana, el jueves con más horas de sol de todo el año 1961, fue el primero en tener un sacerdote en la calleja de Garabandal, como testigo de la comunicación que Dios parecía querer establecer con los hombres desde aquellas alturas. A la hora acostumbrada del cerpúsculo, 8,30 de la tarde -«Te lucis ante terminum»-... , hay fervorosa oración comunitaria sobre aquellas 16 Aunque no puedo precisar cuándo don Valentín fue a Santander para informar · a su prelado,· sé que le acompañaban Ceferino Mazón, padre de Loli, como autori– dad civil del pueblo, y otros dos señores que parecían de más viso en la localidad: el «indiano» Eustaquio Cuenca y el profesor Manín o Manuco. . Con el obispo administrador apostólico, don Doroteo Fernández, habló solo y a puerta cerrada don Valentín. Después de escuchar, el obispo dijo, naturalmente, que de momento sólo cabía hacer una cosa: observar y esperar... ?

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