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CAPÍTULO II PREPARANDO LOS CAMI~OS Cuando Garabandal se despertó el día 19 de ju:qio, una noticia aca– paraba el hablar de todos por las cocinas y las calles 1. «¿No sabes... ? Por lo visto... Sí, eso dicen; pero ¡vaya usted a saber... ! Desde luego, las chiquillas algo raro han tenido, porque... ¿Qué habrá sido... ? Yo se lo pregunto a María o Aniceta... » ¿Qué tiene que hacer m1 ángel en Garabandal? «Cuando nos hemos levantado, la gente ya había empezado a hablar: -Esas cuatro niñas algo vieron, porque ¡bajaban con unas caras ... ! ~Sería un pájaro de esos grandes: como· ya era de noche... -O quizá algún nene que vino por sorpresa donde ellas ... -O estarían soñando ... Bueno, todo era pensar, cada uno una cosa. Fue un día en que nada más hablaban de eso.» (Diario de Conchita.) ¿Quién podrá extrañarse? Jamás había ocurrido cosa semejante en San Sebastián. Sus gentes estaban acostumbradas a contar con Dios; pero nunca se les había ocurrido que pudieran encontrársele, desvelado (como fuera de su misterio), a la vuelta de una esquina. Todos los do– mingos, al recitar el credo de la misa, proclamaban ellos su creencia de 1 La cocina es, en aldeas o pueblos como Garabandal, la. pieza más frecuentada de la casa; en ella se reciben las visitas, en ella convergen y conviven todos los de la familia... Y en los meses de invierno, ni que decir tiene que es en ella donde únicamente se puede estar a gusto para las charlas o para las labores.
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