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24 La niña insistió, y con tal acento de cosa vivida, que la abuela, aun sin darle entero crédito, quedó un poco impresionada. Se continuó , con el rezo de los padrenuestros y avemarías que fal– taban ... y acabó todo, según costumbre, ·con la vieja y hermosa invo– cación (que tuvo que sonar como punca en aquella noche): ABUELA - Pues sois de nuestro consuelo el medio más poderoso, Lou - Dadnos amparo amoroso, Madre de Dios del Carmelo 21. «Esto fue a las 9,30 de la noche. Después, esa noche, ya no hablamos más de ello; fue una noche corriente, igual que las otras... » Conchita dice esto en su diario, pero bien seguros podemos estar de que para las cuatro hijas de Garabandal aquella noche no pudo ser una noche «corriente, igual que las otras». Sería así en los aspectos externos de cena, hora de acostarse, etc., mas por dentro, en el alma de las cuatro, aquella noche tuvo que ser de verdad insólita, por las evo– caciones y los anhelos. ¡Llevaban demasiado grabada la maravillosa visión de la calleja, haciéndolas muy felices!; pero con ella se mezclaba el desasosiego de múltiples preguntas, de dos sobre todo: ¿Volverá? ¿Qué querrá de nosotras? :a Al fin he podido saber también de Jacinta cómo fue el encuentro con los suyos aquella noche de la primera aparición: «Al volver a casa, no pude ocultar que habíamos visto un ángel... Mi madre y mi hermano lo tomaron a broma; no lo podían creer, y trataron de convencerme de que lo mejor que podía hacer era olvidarlo... Como yo decía que el ángel tenía alas, mi hermano salió con que seguramente había sido uno de .los pájaros tan grandes que él había visto a veces por los parajes de Peña Sagra; al no estar nosotras acostumbradas, nos habíamos asustado, y el susto nos había hecho ver cosas raras... Mi padre intervino para decir: No quiero que toméis a b_Toma una cosa como ésta, que es muy seria. Yo no sé qué habrá ocurrido; pero conozco bien a Jacinta, y sé que si ella dice que ha visto un ángel, es que algo de eso ha pasado... Aquella noche no hablamos más del asunto. Yo, a solas, no podía dejar de pensar en lo de la calleja.»

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