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70 «-La Virgen, siempre sonriendo; y lo primero que nos dijo fue: "¿Sabéis lo que quería decir el letrero que traía el ángel debajo?" Noso– tras exclamamos a la vez: "No, no lo sabemos". "Pues quería decir un MENSAJE. Yo os lo voy a decir ya, para que vosotras el 18 de octubre se lo digáis al público". Y nos lo dijo.» El men:,aje, corto de palabras, largo de contenido, fue un secreto de las niñas hasta ese día 18 de octubre. También yo quiero dejar para entonces, para cuando esta historia llegue a la altura de tal fecha, el recogerlo y comentarlo. Ahora nuevamente he de manifestar mi admiración ante la peda– gogía divina que va actuando a través de los sucesos de Garabandal. El cielo se acomoda a la capacidad de unas niñas mentalmente sub– desarrolladas (pero ¡nada de subnormales!), y poco a poco, muy poco a poco, logra introducirlas en lo que ellas deben saber y vivir primero, para luego hacérselo saber y vivir a otros muchos. Se empieza por lo visual e imaginativo: la figura deslumbrante del ángel, que tanto puede sugerir a las videntes, aunque él se mantenga sin hablar, un ángel, que va rodeándose de signos y de cosas muy aptas para despertar la aten– ción hacia lo que se quiere decir...; a esto se añade la figura aún más bella de María, los dos ángeles, el Ojo misterioso... Luego se pasa a las palabras: pocas y sustanciales palabras, que deben quedar como escul– pidas en el espíritu de las niñas, aunque no las entiendan. (De hecho Conchita atestigua, con una brevísima añadidura que puso en su diario, que el mensaje se lo dio la Virgen ya el mismo día 2 de julio, aunque sólo después, en este día 4, martes, empezara a hacérselo entender: «Esto -el mensaje- nos lo dijo ya el primer día,· pero lo confundía– mos». Es decir, recibieron las palabras, pero sin captar ni su alcance ni su contenido). Finalmente, se entra en las explicaciones y vivencias 13••• Porque a aquellas aldeanillas había que explicarles hasta el signi– ficado de términos que a nosotros nos parecen de sobra conocidos. Ellas, por ejemplo, no sabían qué era eso de «sacrificios», de «hacer sacrificios», que tanto se repetía en las comunicaciones de la Virgen. La maravillosa Maestra salía con cosas serias, después de tanto son– reír y condescender; pero ¡ponía tal gracia en sus palabras! ¡Y cómo se acomodaba a las pequeñas discípulas! Con un amor y un saber esperar sin límites las iba adoctrinando (los ojos puestos, a través de ellas, en todos nosotros) ... Para esto precisamente había venido, esto era lo que de verdad interesaba. Y ¡qué bien lo hacía!: 13 Dos de los días en que sabernos que hubo «lección» intensiva sobre el conte– nido del mensaje, fueron el 28 y el 29 de julio. Del 29 hablaremos detenidamente más adelante, en el capítulo VIII. Del 28 recojo aquí es testimonio de alguien que estuvo bien presente, el brigada de la Guardia Civil, don Juan Alvarez Seco: «Las videntes estaban en éxtasis en el "cua– dro", muy serias, y totalmente pendientes de lo que la Virgen debía de estar ense– ñándoles o recomendándoles.. . A algunas se les caían lágrimas muy grandes; tam– bién a muchos de los presentes nos dominaba la emoción. Cuando terminó el éxtasis, las niñas hablaron un poco con don Valentín, y éste dijo luego, en medio del mayor silencio de todos los que estábamos allí «La Virgen está dando a las niñas un mensaje que ellas no pueden decir, por ahora, ni al señor cura, ni a sus padres, ni al señor obispo.»

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