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Se fue con prisas a la montaña 197 Ha habido muchas y misteriosas respuestas de la Virgen a interro– gantes que surgían torturadores en lo más recóndito de las concien– cias 3 . ¡Y cuánto de paz, de consuelo 4, de ánimo y de seguridad ha irra– diado, hacia innumerables espectadores, de aquellos trances casi diarios, que algunos consideraban un superlujo que no podía justificarse, o des– deñaban como un «juego» que no debía creerse de Dios! Los que «a Dios buscaban con sencillez de corazón» (Sab 1, 1), los que amaban el mundo de su FE y anhelaban tener de él nuevas certidumbres, supie– ron allí de maravillas ... No quiero omitir un caso bien singular. Ocurrió por los primeros días de septiembre de 1961. Estaba el P. Andreu en la taberna-tienducha de Ceferino, cuando bruscamente entra un cura tocado de boina, que se dirige a él con cierta agresividad: «-Oiga: ¿es usted el P. Andreu? -Para servirle. 3 Un ejemplo, entre mil: Las hermanas Talavera, que tienen y dirigen una bien acreditada peluquería para señoras en Astillero (Santander), cuentan con todo conocimiento de causa lo ocurrido a cierto señor de Aguilar de Campoo (Palencia). Había subido él a Garabandal en este verano de 1961. Al ver a Conchita en éxtasis, pidió mentalmente a la Virgen una como respuesta a algo que de verdad le preocupaba. .. Acabó el éxtasis, y nadie se ocupó de venir a darle mensaje al– guno. Bastante apenado, regresó a su pueblo. Pasó un mes, y sintió nuevas g~nas de visitar Garabandal. Ya allí, pudo asistir a un éxtasis de Mari Loli.. ., que le conmovió. Después del trance, nuestro hombre se perdía ya entre los anónimos espectadores (ni conocía ni trataba personalmen– te a ninguna de las videntes), cuando la pequeña se fue a él, y le dijo, «de parte de la Virgen», unas palabras, que eran la precisa respuesta a lo que había pedido ¡un mes antes, sólo con la mente, y ante otra niña! Está dispuesto a jurar que de aquella su secretísima petición no habja hablado absolutamente con nadie. -La Virgen venía para ayudar, no para entretener. Entre las varias cosas que el 31 de agosto, y por encargo, preguntaron las niñas a la Virgen, una fue que si le parecía bien que la gente le hiciera preguntas... Contestó que sí; pero que no estaba para atender a preguntas tontas. En más de una ocasión se habían hecho preguntas de esta índole por parte de personas insustanciales o no bien inten– cionadas. 4 El Rvdo. don José Ramón García de la Riva, que tantas vivencias tuvo de las pequeñas «maravillas» de Garabandal, cuenta en sus Memorias: «Cierto día, en casa de Lo!i (concretamente en el bar o taberna), y sobre la mesilla que allí había para recibir los objetos que se deseaba besase la Virgen, yo coloqué un crucifijo ¡un mes antes, sólo con la mente, y ante otra niña! Está dispuesto a jurar que de día pendiente por saber de quién sería aquel crucifijo. Por la noche, me encontraba yo en la cocina de Conchita, sentado, cuando llegó Loli en éxtasis, acompañada de su padre y otras personas. Se arrodilló allí..., dio a besar el crucifijo que llevaba en la mano, y se quedó quieta ante mí. Quería darme algo; pero yo_. a causa de mi miopía y porque estaba más pendiente de su rostro que de sus manos, no me daba. cuenta, hasta que Ceferino me dijo: "Mire, que le da un crucifijo". ¡Fue uno de los momentos más conmovedores de mi vida! Se trataba exactamente del crucifijo que yo había dejado por la mañana, sin ser visto, en su casa y que tan intrigada la había tenido a ella todo el día».
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