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Se fue con prisas a la montaña 191 natural de origen divino. Se dice «en su conjunto», porque no todos los detalles le aparecían igualmente claros al P. Rodrigo, incluso cree él que las videntes hicieron alguna tontería... por influencia de sacerdotes poco discretos y de algunos visitantes seglares aún más indiscretos. Pero la cosa, en su conjunto, estaba allí suficientemente clara, para que los libres de prejuicios pudieran captarla en cuanto nueva inter– vención de Dios a favor de 'los hombres. Pronto llegó a Santander el soplo de que d P. Lucio Rodrigo, aun– que manteniéndose en una línea de absoluta discreción, hacía visitas a Garabandal... Y los de la Comisión vieron en ello un gran peligro, o una gran baza: por su excelente prestigio ante los muchísimos sacer– dotes que habían pasado por sus clases. Un gran peligro, si él toma– ba abiertamente una postura de discrepancia frente a la posición que ellos pensaban imponer; una gran baza, si le inclinaban a su punto de vista. · Una de las primeras mañanas de septiembre de aquel verano del 61, sonó el teléfono en la Universidad Pontificia con llamada desde San– tander, preguntando por el P. Rodrigo. Se contestó que estaba en San Vicente de la Barquera, en casa del señor X, y allá le siguió la llamada telefónica 36 ... Eran los de la Comisión, que querían verse con él. Se concertó la entrevista, y pocas horas más tarde se presentaban en la villa los reverendos señores don José María Sáez, don Juan Antonio del Val y dori Francisco Odriozola, acompañados del doctor Piñal. Los tres sacerdotes, que habían sido discípulos del Padre en Co– millas, parecían ir a recabar de él .luces para acertar en tan delicado asunto... Mas pronto se dio cuenta el maestro de que no iban precisa– mente a eso sus exalumnos, sino a ganarle para sus propios puntos de vista. «No me fue difícil entender -ha declarado el padre-'- que no buscaban precisamente mi opinión, como elemento que les sirviese en orden a formar juicio: ellos venían ya con el juicio vencido, en posición contra el posible signo sobrenatural de los sucesos». Por eso, les dejó hablar... y luego les dijo poco más o menos esto, para que lo tuvieran en cuenta, si querían: «Ante sucesos como los de Garabandal, surgen en seguida dos posiciones muy definidas: una, la de la gente devota y sin complicaciones, que pronto se emociona y fá– cilmente los cree de Dios; otra, la de los sacerdotes y otras personas más o menos intelectuales, que en principio siempre desconfían y fá– cilmente tienden a negar o a encogerse de hombros, como si eso fuera lo más inteligente. Pero hay una tercera posición, que es indudable– mente la más acertada, y la única admisible cuando, como en su caso, se tiene una grave responsabilidad sobre el asunto; y esta posición es la de acercarse seriamente a los hechos, estudiarlos con toda imparcia– lidad, sin precipitaciones y sin' prevenciones, buscando la verdad, que es buscar a Dios, por encima de todo». (El P. Rodrigo me confió que ya desde entonces creyó descubrir en los miembros de la Comisión algo 36 El P. Rodrigo había ido a la famosa: villa marinera, a pocos kilómetros de Comillas, para confesar a las religiosas de Cristo Rey. Se hospedaba en la casa de cierto señor, director de una sucursal de banco.
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