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186 «Al atardecer de este día 22 de agosto, me fui a la iglesia: era sen– cilla y acogedora ... Entonces había un comulgatorio de hierro, separan– do el presbiterio del cuerpo del templo. Yo me coloqué a la izquierda, arrodillado en la primera gradilla; y me hice la reflexión siguiente: "Si esto es de Dios, las mejores cosas se verán seguramente en la igle– sia". Y en este sentido le contesté a una señora que me preguntó por el lugar de las apariciones. Me puse a rezar con devoción, y pedí al Señor que pronto se esclarecieran aquellos sucesos ... No había de ser así: los juicios de Dios son distintos de los de los hombres, y tienen su modo y hora para actuar.» «Ese día se encontraban en Garabandal unos cinco sacerdotes astu– rianos, todos adscritos al concejo y arciprestazgo de Llanes, y también un canónigo de la catedral de Oviedo; aparte de otros sacerdotes que andaban en torno a las niñas videntes.» «Se rezó el santo rosario, que dirigió el R. P. Ramón María Andreu, jesuíta. Recuerdo que antes de comenzar nos dijo desde el presbiterio, que aquellos sucesos eran muy dignos de nota, y que allí había campo de estudio para teólogos, místicos, psicófogos, psiquiatras, etc. (no habló en público de que aquello fuese sobrenatural, como alguien falsamente le atribuyó). » Acabado el rezo del rosario, cuando la gente estaba saliendo aún de la iglesia, se produjo ya el primer fenómeno. «Mari Cruz cayó de bruces en el interior del templo, a la altµra del altar de la Inmaculada; y las otras niñas se vinieron encima de Mari Cruz. Noté con admiración que, si bien las niñas en su caída se habían ido bruscamente al suelo, sin embargo sus vestidos quedaron bien colocados, tapándoles hasta las ro– dillas. Estaban como en un cuadro escultórico, más para ver y admirar que para referir. Allí mismo hizo el P. Andreu la precisión de que en su libro de ascética y mística el P. Royo Marín habla de los cuadros escultóricos humanos que forman a veces los místicos en sus trances ... «Visto esto, y al salir las niñas de la iglesia y seguir en éxtasis por el pueblo, yo me volví al presbiterio y ya no me preocupé más que de hablar en mi oración con el Señor Sacramentado. Todo mi afán era pedir a Dios luz para el señor obispo y para los encargados de estudiar todo aqueHo. «Varias veces volvieron las niñas a la iglesia, y se iban a colocar junto a mí, en la gradilla del presbiterio: no tenía más que volverme un poco de lado, con ligero movimiento de cabeza, y veía perfectamente todo el desarrollo de aquellos fenómenos, místicos a ojos vistas. Las niñas REZABAN ANTE EL SANTISIMO... y todo su porte externo era de una vistosidad admirable (a pesar de lo pobre de su indumentaria). Rezaban en voz baja, -con la cabeza hacia arriba y hacia atrás. .. Hacían su entrada en la iglesia de dos en dos: Loli y Jacinta, Conchita y Mari Cruz; pero alguna vez entró Loli sola: se llegaba al presbiterio, y se arrodillaba o se tendía en el suelo con la cara vuelta hacia arriba. Si esto podía llamar la atención por lo raro, ciertamente no molestaba, sino que agradaba.» Al señor cura de Barro, don José Ramón García de la .Riva, no sólo le fue dado en esta noche del 22 de agosto el poder admirar tan de

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