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182 «Y ella -asegura la niña- rezaba muy lento» ... Las niñas repetían des– pués palabra por palabra lo que Ella decía primero, tratando de asi– milar su aire, tono y pronunciación. El ejercicio seguía en un todo la manera habitual de rezar el rosario; pero «todo -nos dice Conchita– muy despacio. Y a la salve nos mandó cantarla, y nosotras la cantamos». Creo que debe ponerse· atención en ese «rezaba muy lento» ... y en el «todo muy despacio»... No es lo importante hacer, como sea, muchas cosas, sino hacer bien las cosas que deben hacerse; como no está la cosa en rezar de prisa muchas oraciones, sino en orar, siempre bien, con el tiempo que ,sea preciso. Dar a cada «hacer», especialmente a la comu– nicación con Dios, el tiempo y atención que requiera, debía de ser el estilo de la Llena de Gracia. Desde siglos se ha dicho entre nosotros: «De prisa y bien, no hay quien»; 'y en eso de «bien» debió de cargar siempre Ella la fuerza de su vivir. Por eso fue tan única su perfección. Quiero reproducir aquí la nota de la página 59 de la edición francesa del diario (creo que se debe al P. Andreu): «Conchita nos ha dicho ya al principio que la visión les hacía recitar el rosario con mucha fre– cuencia. Y a veces era cantado ... «Existen grabaciones magnetofónicas, verdaderamente cautivadoras, de este orar de las niñas en éxtasis: el avemaría suena siempre muy lentamente, con voz intensa y ligeramente temblorosa, y las palabras son pronunciadas con perfecta distinción; lo mismo se advierte en la recitación del padrenuestro, donde el "hágase tu voluntad" tiene siem– pre un acento especial. «Como extraña música de fondo, las bandas magnetofónicas hacen oír por debajo de la voz de las niñas el ruido sordo del andar de las personas que las acompañaban en su marcha mística por las calles del pueblo». Son muchas las observaciones que podíamos hacer sobre cuanto acabamos de transcribir... ; pero será mejor que se las haga cada uno, seguro de que en todos esos «detalles» hay avisos y amonestaciones de Madre, que no debemos soshiyar. Por nuestro bien y el de la Iglesia. Este 18 de agosto (se cumplían dos meses justos desde el comienzo de los sucesos) no sólo hubo lecciones saludables de buen orar, sino que el cielo regaló también a quienes velaban, con extrañas ráfagas de música... , de música no compuesta por hombres. La esposa del doctor Ortiz recuerda bien este día, como el prime– ro en que ella fue testigo de «algo». Después del aparente fracaso de la primera subida del matrimonio (aquel día de la Asunción que parecía tan indicado para una demostra– ción mariana), quizá hubieran tardado en volver por Garabandal, de no haber surgido el compromiso de llevar allí a unos primos de la se– ñora, que venían de Madrid con grandísimas ganas de ir a ver qué pa– saba en el ,ya famoso p1a1eblecillo. Como don Celestino no podía dejar sus muchas ocupaciones profesionales, acompañaron a los llegados su señora y algunos familiares de ésta.

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