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Se fue con prisas a !.a montaña 13 nentes se han puesto a hacer la auscultación de este mundo al que se quiere ayudar... 4 y como fruto de tal auscultación, no tardarán en decirse en el aula universal del Concilio cosas como éstas: «El género humano, en nuestros días, admirado de sus propios descubrimientos y de su propio poder, se formula con frecuencia preguntas angustiosas sobre 1a evolución presente del mundo, sobre el puesto y la misión del mismo hombre en el universo, sobre el sentido de tantos esfuerzos individuales y colectivos, sobre el destino último de las cosas y de la humanidad.. . «La propia Historia está sometida a un proceso tal de aceleración, que apenas es posible al hombre seguirla. Todos corremos ya la misma suerte, y no podemos disociarnos en múltiples historias particulares.. . Una tan rápida mutación, realizada con frecuepcia bajo el signo del desorden, engendra o aumenta contradicciones y desequilibrios. «...De esta forma, el mundo moderno aparece a la vez proderoso y débil, capaz de lo mejor y de lo peor, pues tiene abierto el camino hacia la libertad o la esclavitud, hacia el progreso o el retroceso, hacia la fraternidad o el odio... Sus desequilibrios están conectados con ese otro desequilibrio verdaderamente fundamental que hunde sus raíces en el mismo corazón de cada hombre... , criatura enferma y pecadora, que no raramente hace lo que no quisiera, y deja de hacer lo que querría y debería llevar a cabo» (Constitución «Gaudium et spes», números 3, 5, 8, 9 y 10). En esta grave hora de la Historia, en que tantas cosas pasan o se preparan en el mundo, a nadie se le ocurre que en San Sebastián de Garabandal pueda pasar algo: el pueblo parece bien anclado en la incomunicación y el alejamiento, y la vida en él sigue, poco más o me– nos, como desde hace muchos años, como desde hace, tal vez, varios siglos. «Hoy, como ayer; mañana, como hoy; y siempre igual. Un cielo • 5 gns, un ... » . Bueno, en San Sebastián no siempre es gris el cielo, a pesar de su enclave en la húmeda franja cantábrica; pero sí es bastante gris y mo– nótona la vida de sus habitantes: las vacas, las mieses, los prados, los invernales, con todo lo que sobre esto trae el girar perpetuo de las estaciones..., y entre ellos, las tertulias en la cocina (¡aquí sí que tiene sentido eso del «hogar»!), los encuentros, como cristianos, en la casa de Dios, que es el hogar mayor del plueblo, algún lío de vecindad... ; y como noticias poco corrientes, que interesan a todos: que si la Carmen ha tenido un crío, que si la Pili se va a casar, que si el chico de Juan vuelve de la mili, que si las campanas tocarán en seguida a muerto por el tío Gervasio. Más de una vez, por los caminos o veredas que suben y bajan en torno a Garabandal, habrá sonado en otro tiempo la robusta canción: «No sé qué tiene la mi aldea, que a mí me encanta, que a-mí me atrae... »; pero lo cierto es que la gente joven va sintiendo cada vez más otras 4 El 18 de junio de ese año el cardenal Tardini, presidente de la Comisión ante– preparatoria, escribe a los cardenales, obispos, generales de órdenes religiosas, uni– versidades católicas y facultades teológicas, pidiendo sugerencias y temas para el Concilio. s De un poema de Bécquer.

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