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Se fue con prisas. a la montaña 179 contra ellas-, las niñas se dirigieron hacia la iglesia. Allí, ante la puerta, abierta, cayeron de rodillas y rezaron... Luego, Jacinta rió y dijo a su visión que no se atrevía a saltar por ehcin:.a del umbral para entrar en el templo. La visión debió de insistir, y entonces ella, con la mayor naturalidad, muy suavemente, sin ninguna contracción de su cuerpo, tal como estaba, con las manos juntas ante el pecho y de ro– dillas, saltó 25 adentro por encima de los obstáculos del umbral, ante la estupefacción de todos los presentes. Ella s::mrefa a su visión. «Las dos niñas se dirigieron como jugarido hacia el altar; y allí, sobre la balaustrada del presbiterio, continuaron con su celeste juego... , que escandalizó a unos cuantos (todo esto lo lleve.ron al obispado de San– tander, de donde vino luego una prohibición formal de que las niñas entraran en éxtasis a la iglesia, y por eso la cerraban durante los trances). «Yo puedo atestiguar que la belleza de actitudes durante su "juego" era en verdad cautivadora. Cayeron después a la larga, muy suavemente, delante del tabernáculo.: Jacinta de costado, ::on su ropa cubriéndole muy decentemente las piernas, las manos cruzadas sobre el pecho; Loli, de modo similar, pero apoyando su cabeza sobre las rodillas de Jacinta. Durante esta situación, ciertamente muy conmovedora (allí había sacer– dotes testigos, que la contemplaban con todo respeto), ellas desarrolla– ron un diálogo muy largo, muy íntimo, que yo apenas entendía, pero que me daba la impresión de ser como una conversación de hijas pe– queñas con su madre, a quien le cuentan todas sus cosas y las del lugar». Sabemos por la testigo que el éxtasis no terminó aquí, sino que las niñas continuaron luego por el coro su extn.:ño y misterioso «juego», asustando a no pocos espectadores cuando se deslizaban por entre los barrotes de la balaustrada con evidente peligro de caer y matarse... «-En algunos momentos daban la impresión de estar como para echar– se a volar. Ellas me declararon más tarde que la Santísima Virgen les había dicho entonces que la siguieran sin miedo... , pero que no se ha– bían atrevido. "Si la hubiéramos obedecido, l:abríamos volado". «Después de mucho rato, se dirigieron, siempre en éxtasis, hacia la plaza... Junto a la casa de Fania, cayeron otra vez al suelo, tan largas como eran; Loli se incorporó la primera, y se puso de rodillas, en oración, con un mirar espléndido en sus ojos llenos de luz; recitaba el «Dios te salve, María» de un modo conmovedor, y las lágrimas corrían de sus ojos 26 • Vivía profundamente lo que estaba viendo, y tal vez fue entonces cuando contempló, como en un cuadro, a la Sagrada Familia. «Un sacerdote, a mi lado, me llamó la atención sobre que el trance duraba ya dos horas más veinticinco minutos. En ese momento llegó una joven pareja con una hijita de tres años, nacida sin ojos. La madre, 25 Habla de «salto» por decir de algún mo~o lo que fue aquel maravilloso pasar de fuera a dentro: traslación instantánea, inexplicable, bellísima, que dejó a todos los circunstantes pasmados de gozosa admiración. 26 Loli, verdaderamente transfigurada, estuvo así de rodillas un rato, pidiendo «Misericordia»... Recitó luego, con extraordinaria w:ción, un «Señor mío Jesucris– to», y luego, la «Salve».

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