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172 yo estaba con El, a la obra, y era su encanto cotidiano, y de continuo desarrollaba mis juegos en su presencia, y jugaba así con el orbe de la tierra, hallando mis delicias en estar con los hijos de los hombres» (Libro de los Proverbios, 8, 22-31). Hay, pues, «juegos» que ·no desdicen de Dios, ni de la Madre de Dios y de los hombres. Lo que importa es descubrir el sentido oculto de tales juegos... Porque de una cosa podemos estar bien seguros: Si Dios y la Virgen «juegan», no es por entretenimiento. Buscan siempre comu– nicarse y aleccionar. Aunque no lo comprendamos todos, aunque no se comprenda en seguida. Es significativo que el texto sagrado, después de hablarnos de esos misteriosos juegos en la presencia de Dios, diga inmediatamente: «Así pues, hijos míos, escuchadme: ¡Dichosos los que siguen mis caminos! Atended a la enseñanza, no rechacéis la sabiduría: ¡Bienaventurado quien me da su atención, velando a mis puertas cada día... ! Porque quien me encuentra, encuentra la vida, y alcanza el favor de Dios. »Pero el que me ofende, se lesiona a sí mismo; y todos los que me odian, buscan la muerte» (lb. 32-36). «O admirabile commercium» Hay una antífona litúrgica del tiempo de Navidad que empieza con esas palabras latinas y trata de cantar el maravilloso intercambio o «comercio» establecido entre Dios y los hombres a través del Verbo encarnado. Me parece que en Garabandal se dio como una extraordi– narísima ramificación de tal comercio o intercambio. Era como si a través de la Virgen (a veces, también del arcángel San Miguel) se mantuvieran ininterrumpidamente al habla el cielo y la tierra. Ya van recogidos muchos datos de este hecho; pero nos encontramos con bastantes más, de estas fechas de agosto en que se mueve aún nuestra narración. El miércoles, día 16 -litúrgicamente, fiesta de San Joaquín, padre de la Santísima Virgen, y popularmente, fiesta de San Roque-, fue una jornada de abierta comunicación con el difunto P. Luis María Andreu. Queda dicho lo que de tal comunicación recogió Conchita muy sumariamente en su diario; pero disponemos de algo más, gracias a las notas del P. Ramón. Este sitúa el éxtasis de las niñas a las once de la mañana; en cambio, Conchita habla de lo que ocurrió «a las ocho o nueve de la tarde». ¿ Se trata de dos éxtasis diferentes, o es que la niña, que es– cribía de esto bastantes meses después, sufrió una confusión en cuanto a la hora? 10 10 Me inclino a creer en dos éxtasis distintos, pues en el que dice el P. Andreu faltaba Mari Cruz; y, en ca:nfbio, Conchita habla así del suyo: «Se nos apareció la Virgen muy sonriente, y nos dijo a las cuatro... »

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