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Se fue con prisas a la montaña 167 buscar modos de acabar con aquello y pruebas que les apoyen en su actitud de recelo y negativismo 2 • Pero no todos iban con un talante así. Los serios e imparciales estudios que no supieron o no quisieron hacer quienes más debían, los fueron haciendo otros que llegaban con mirada más limpia. Por estos días de agosto subió' por primera vez a Garabandal otro médico santanderino, que sí se dedicó concienzuda– mente a observar y estudiar. Su nombre, don Celestino Ortiz Pérez; su especialidad, precisamente la pediatría, en la que se tiene ganada una exselente reputación. Existe de él un minucioso y muy elaborado informe, que recoge el resultado de sus muchas estancias en Garabandal, desde el 15 de agosto de 1961 al 25 de noviembre de 1962. Estudia con atención los antecedentes familiares y personales de las niñas, su estado y conducta antes y después de que empezaran los su– cesos, carácter, desarrollo intelectual, comporta□iento durante el sueño, reflejos, fenomenología de sus trances... ; frente a los datos de todo este estudio, pasa revista a las posibles explicaciones de tipo natural: histe– ria, hipnotismo, catalepsia, enfermedades nerviosas infantiles... , y llega a estas conclusiones: «l.ª Las cuatro niñas, desde el punto de vista pediátrico y psiquiá– trico, han sido siempre, y lo son ahora, perfectamente normales. 2.ª Los éxtasis, en que hemos visto tantas veces a estas adolescentes, no pueden ser incluidos en el cuadro de ningrma de las categorías de la patología fisiológica o psicológica que actualmente se conocen. 3.ª Dada la extensión del tiempo durante el cual se han producido estos fenómenos, si hubieran tenido algún carácter patológico de cual– quier tipo, fácilmente se hubieran podido descubrir sus marcas. 4.ª En la psicología infantil, tanto normal como patológica, yo no logro encontrar una explicación que pueda presentar como hechos na– turales unos fenómenos que, según todas las luces de que nosotros <lis• ponemos, están por encima de las realidades naturales» 3 • 2 ¿Otro detalle más, del talante con que actuaban? Alguien garantiza plenamente la verdad de esta confidencia de don Valentín: «Yo fui a Santander el 15 de agosto por la tarde; estuve con la Comisión y con Pajares (seguramente, don Francisco, el viejo secretario del obispado), al que en• contré ecuánime, corno siempre; no así Piñal, que parecía un superdotado: me dio unos cuantos consejos, y como me parecía que se sobrepasaba de su misión, le contesté que yo haría solamente lo que me mandase el obispo. Dijo entonces de las niñas frases que no me gustaron, como que mentían..., que cuandó se ponían en trance, se ponían corno... » 3 Del mismo sentir que el doctor Ortiz Pérez han sido bastantes otros médkos muy competentes, de España y del extranjero. Recorde:nos, por haberse pronuncia– do más abiertamente, a don Alejandro Gasea (este doctor Gasea, que ahora ocupa un importante cargo en la Sanidad de Zaragoza, era por el tiempo de las «apari– ciones» médico de la empresa Nestlé, de La Penilla !Santander), e inspector mé– dico, provincial, del Seguro de Enfermedad), a los doctores Sanjuán y Puncernau
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