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Se fue con prisas a la montaña 163 gro» en boca de aquellas aldeanucas, podía estar insinuando las dimen– siones misteriosas de la nueva y singularísima epifanía de la Virgen. * * * Las relaciones del fallecido P. Luis con el fenómeno de Garabandal no acabaron en estos días de agosto, y hay muchos testimonios de las niñas que lo confirman. Pero quizá lo más sorprendente sea esto que escribía Conchita al P. Ra– món, en carta del 2 de agosto de 1964: «El día 18 de julio -fiesta de San Sebastián de Garabandal- he tenido una locución 36, y en esta locución se me ha dicho, que al día siguiente del milagro, se sacará a su hermano de la tumba, y se encontrará su cuerpo intacto». Recientemente, en 1976, se corrió por todas partes la noticia de que los restos del P. Andreu habían sido exhumados, como los de otros muchos jesuitas sepultados en Oña durante el tiempo en que aquello había sido Facultad Teológica de la Compañía (ya no lo es); que se habían abierto los ataúdes, y «todos los cadáveres estaban descom– puestos» ... Tal noticia, para desánimo de bastantes garabandalistas y regocijo de sus oponentes, fue en seguida tomada como nueva «prueba» contra la verdad de Garabandal. Pero no hay nada como saber esperar, para que muchas cosas os– curas acaben aclarándose... Al cabo de un año, me ha llegado esta carta: «Mi amigo, el señor Cabré, de Barcelona, ha recibido carta de un Padre misionero de América del Sur, en la que dice que el otro día se encontró con el P. Alejandro Andreu, hermano del difunto, y le pre– guntó por lo ocutrido con el cadáver del P. Luis. A lo que le contestó, que en Oña habían sido desenterrados todos los cadáveres y llevados a Loyola; que habían destapado todas las cajas a excepción de la del P. Luis, por orden del Provincial de los Jesuitas. Así, pues, efectuaron el traslado de los restos del P. Luis sin saber su estado; los demás, sí estaban descompuestos. Como se ve, el primer muerto de Garabandal está indisolublemente ligado al desarrollo de su gran misterio.. . Y nosotros tenemos que agradecer al Señor el que por él nos haya venido una nueva seguridad en nuestra primordial certeza cristiana, la de que HAY MUCHO, MUCHO, MAS ALLA DEL ULTIMO CRE– PUSCULO. 36 Las locuciones son uno de los fenómenos de misteriosa comunicación entre Dios y el alma, que estudia la Teología Mística. Por la «locución» el alma recibe · interiormente lo que Dios quiere decirle; sin palabras, pero con total claridad y seguridad.
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