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160 dejaba par~r... , que la Virgen es skmpre la misma, aunque se presente unas veces con vestido y título distintos de otras ... que desde unos días antes del 8 de agosto, ya se les aparecía sola... , que con Mari Cruz no había tenido las mismas visiones que con las otras ... , que había sido así, porque a veces su madre la tenía encerrada en casa... Lo grato de este primer encuentro se le enturbió pronto al P. An– dreu. El lo cuenta al editor francés del diario de Conchita: »Era el día 14 de agosto. Venía de enterrar a mi hermano Luis, y acababa de llegar a Garabandal. Un muchacho de Burgos se acercó para decirme: "Hemos oído a las niñas durante su éxtasis: «¡Ay, qué bien! Entonces, ¿vamos a hablar con el P. Luis?»" »Aquello me dejó totalmente decepcionado. Me pareció que se tra– taba de un caso típico de autogestión: la inesperada muerte de mi hermano había sacudido demasiado fuertemente el espíritu de las niñas, y allí estaba el resultado ... Quise marcharme inmediatamente de Ga– rabandal. -Sin embargo, allí se quedó. -Efectivamente, allí me quedé. Pero fue porque mis acompañantes no tenían las mismas prisas que yo. -¿Qué pasó después? -Me fui donde las niñas en éxtasis, y me puse a escuchar sus «con- versaciones» con o sobre el P. Luis .. . Al cabo de unos minutos, ya no sabía qué pensar. Estaba verdaderamente estupefacto, pues las niñas, al repetir las palabras de su visión, iban dando cuenta de la muerte de mi hermano y del desarrollo de sus funerales, con detalles muy precisos sobre los ritos especiales del entierro de un sacerdote. Hasta sabían que en el del P. Luis había habido ciertas excepciones a las reglas tra– dicionales sobre la manera de amortajar el cadáver; por ejemplo, no se le había puesto el bonete en la cabeza, y en lugar de cáliz se le había colocado un crucifijo entre las manos. Las pequeñas daban incluso la razón de estas variantes. »En otra ocasión les escuché que mi hermano había muerto sin ha– ber hecho su profesión, como así era verdad. Hablaron también de mí y de mis votos: ¡Conocían exactamente la fecha, el lugar donde yo los había pronunciado y el nombre del jesuita que los había hecho conmigo!» »Comprenderéis mi asombro, mi estupefacción, ante una sarta tal de detalles rigurosamente exactos, que las niñas no habían podido conocer de ningún modo por conductos humanos... ,. Creo que no todo lo que dice así, globalmente, el P. Andreu en su respuesta al interlocutor francés, ocurrió o lo escuchó él el mismo día de su llegada, 14 de agosto; parte al menos debe de pertenecer a los sucesos de días siguientes. Del primer trance de este día 14 34, que fue hacia las diez de la no– che, tenemos un breve apunte suyo: «Salen las niñas en marcha extáti– ca, la cabeza levantada. Recorren las calles del pueblo, a veces, juntas, 34 «El día 14 vino otra vez el P. Andreu; estuvo con las niñas casi todo el día, y por la noche hasta las tres. También estuvieron ese día en el pueblo don Alberto Martín Artajo (ex Ministro de ºAsuntos Exteriores), y el P. Lucio Rodrigo Uesuita, profesor de Comillas); y mucha gente.» (Notas de don Valentín.)
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