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152 »De pronto, observamos que una emoc1on especial le invadía, y por cuatro veces le escuchamos, en tono alto y visiblemente impresionado, la palabra ¡Milagro!» 19. No sólo los espectadores pudieron observar el trance del P. Luis: también las niñas, arrebatadas al normal mundo de los sentidos, le pu– dieron ver. Y fue ésta la primera y única vez que una persona extra– ña a las videntes entró de lleno en su campo de visión. «A la salida del rosario nos pusimos en éxtasis las cuatro ... Y empezamos a caminar hacia los Pinos; y cuando llegamos allá, el P. Luis María dijo: ¡Milagro! ¡Milagro!, y se quedó mirando hacia arriba. Nosotras le veíamos, y en nuestros éxtasis nunca vemos a nadie (salvo a la Virgen); y al P. Luis le vimos, y nos dijo la Virgen que él la estaba viendo a Ella, y el Milagro» 20. Días más tarde, el P. Ramón María, que no había estado en Gara– bandal el día 8, supo por las niñas algo más del trance de su hermano: «Estaba con ellas de rodillas; gotas de sudor brillaban en su frente; y la Vir:gep le miraba... Parecía como si le estuviera diciendo: Dentro de muy poco, estarás a mi dado». Eran alrededor de las diez de la noche. El P. Luis volvió en.sí, y «las niñas iniciaron el descenso, diciendo en éxtasis que iban a la iglesia: lo decían, como de costumbre, en su diálogo con la Virgen.. . El P. Royo Marín avisó a los presentes, para que corrieran a la iglesia, pues, según su expresión, las niñas llevaban alas en los pies» (señor Fontaneda). 19 También esto extrañó mucho al P. Ramón cuando se lo contaron, pues sabía que su hermano tenía fama de hombre reposado, y él mismo no se acordaba de haberle visto nunca en un estado de exaltación. 20 Diario de Conchita. No se trata de un milagro, sino del Milagro. Las videntes, muy especialmente Conchita, han hablado repetidamente de él: Es algo todavía por realizar, un impor– tantísimo capítulo en la historia de Garabandal que todavía está pendiente... Lo que se nos dice en este episodio del P. Luis María Andreu, es que él, en aquella noche del 8 de agosto de 1961, pudo contemplar, anticipadamente, por singularísimo favor de la Virgen, lo que ni las videntes ni nadie han visto todavía, aunque para todos esté ya anunciado. Lo que veremos entonces -cuando el gran día llegue-, a Quién veremos, es todavía para nosotros un misterio... Pero esto de que el P. Luis ya no pudiese vivir después de su éxtasis en los Pinos, debe hacernos recordar aquel pasaje biblico del Exodo (33, 18-20): · Moisés, que hablaba con Yahveh «como un hombre habla con su amigo», le suplica al Dios Invisible: -«Déjame ver tu gloria, por favor». Y el Invisible contesta: -«Yo haré pasar ante tu vista toda mi bondad... Pero mi rostro no podrás verlo; no puede verme el hombre, y seguir con vida». ¿Cómo podrá i!a limitadísima y frágil criatura contemplar sin deshacerse la Realidad Soberana, que infinitamente la desborda? Pero los anhelos son los anhelos, y no dejará de repetirse la súplica de Moisés, o el abrasado apremio de San Juan de la Cruz: «Descubre tu presencia y máteme tu vista y hermosura: mira que la dolencia de amor..., que no se cura sino con 1a presencia y la figura». Sólo Dios puede ponemos «en forma» para poder contemplar sus maravillas.
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