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140 estos Padres, y viéndolas a ellas en éxtasis, creyeron; pero no sólo con esto creyeron.. . » Conchita apunta una pequeña parte de lo que ocurrió aquel día 29. Mas podemos ahora completar su relato con unas referencias porme– norizadas de aquella primera subida de los hermanos Andreu a Ga– rabandal. Ya de entrada tienen ur'la sorpresa fenomenal, escuchando al bri– gada de la Guardia Civil, don Juan A. Seco, la historia auténtica de lo que había pasado dos días antes: cómo las niñas, en su éxtasis del jue– ves, día 27, a las nueve de la tarde en los Pinos, van sabiendo de boca de la Virgen todo lo que en aquellos mismos momentos le está ocurrien– do a su compañera Conchita en Santander: primero, en la calle Alta, y luego, en la oficina de la parroquia de la Consolación... ; y cómo él mis– mo comprueba inmediatamente, por conferencia telefónica con sus jefes de Santander, la completa exactitud de cuanto las niñas han dicho... Ante aquel relato, los dos hermanos se miran asombrados y con una sensación que no podrían describir: «-Pero esto, esto... ¿qué es?», se desahoga el padre Ramón. «-Por lo menos, esto... va a ser de verdad interesante», le replicó el padre Luis. Preguntaron si también aquella tarde habría algo. «Seguramente, sí -les respondió alguien-; a eso de las siete, tendremos éxtasis, pues ayer la Virgen, al despedirse, dijo a las niñas que volvería hoy». Entonces, uno de los Fontaneda, con los que habían venido los her– manos Andreu desde Aguilar de Campoo (Palencia), no pudo disimular el temblor íntimo que aquella expectación le producía, y le dijo al P. Ramón María: «¡Esto es terrible, Padre! Estar así esperando, como a sangre fría, y reloj en mano, un acontecimiento sobrenatural... » Habría por el pueblo, en aquel último sábado del mes de julio, como unos trescientos o cuatrocientos forasteros. Al acercarse la hora, ellos y muchos del pueblo andaban por aquí y por allá, con el movimiepto nervioso de quienes ·esperan ciertamente algo, pero no saben muy bien ni qué ni dónde. Bastantes se dirigían ya a «la calleja». Aparece de pronto un niño, o niña, que dice en un grupo de los que esperan: «Ya han tenido un aviso». La noticia se propaga inmediata– mente; y el P. Ramón María pregunta muy extrañado: «Y eso ¿qué es?» -«Pues que las niñas, le explica alguien, reciben primeros tres avisos; y luego, ya viene». Aquello añadió una nueva sorpresa a las muchas que ya iba reco– gie;ndo el Padre. Un misterio más, por cierto, interesantísimo, que sería preciso esclarecer 1. 1 Pocos días después de esto que vamos relatando, subió a Garabandal el famoso rejoneador de toros Alvaro Domecq, que había actuado o tenía que actuar en la plaza de una población próxima; iba con su padre, y le acompañaba toda su cuadrilla. · Las cosas que le contaron en el pueblo le colmaron de admiración; y luego corría detrás de las videntes, diciendo en el más castizo andaluz: «Pero ¿tú ve a la Virgen, cariño? Pero ¿tú ve a )a Virgen, mi sielo?» También a esto!¡ hombres ael toreo les desconcertó o hizo gracia lo de los «avisos» que tenian las niñas antes de sus trances. Oyeron a alguien que venía
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