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Se fue con prisas a la montaña 13S «Le pregunté tamién, si la Virgen se inclinaba para besar los objetos que le ofrecían, y la niña. me dijo que la Virgen no .se doblaba mcli~ nándose, sino que descendía suavemente de su altura hasta que los objetos le quedaban frente a los labios. »Otra vez le pregunté, si cuando ellas tenían el Niño en brazos, como muchas veces habían afirmado, sentían su peso como el de otro niño cualquiera; la niña respondió que cuando la Virgen le dejaba el Niño~ ella sentía un grandísimo gusto en tenerle; pero que no notaba su peso, y que tampoco podía apretarlo ... , y que una sensación así, muy difícil de explicar, tenía cuando la Virgen la besaba 18, Vean los teólogos si todo esto concuerda o ne con lo que se ha venido enseñando en la Iglesia sobre la «realidad» de las visiones o apariciop.es, _ ¿También esta extrañísima concordancia, de la que incluso bastan– tes sacerdotes no sabrían hablar, salió del «am:Jiente», o del psiquismo averiado de las niñas, o de su genialidad para la invención? Y vean los teólogos otra muestra, recogida por alguien que pregun– taba intencionadamente: «Habiendo sabido todo esto (que la· Virgen les dejaba a veces el Niño) por la madre de Jacinta, yo aproveché la ocasión de preguntar a Conchita: «-Si vosotras habéis tenido al Niño Jesús en los brazos, entonces le habéis tocado... -¡No! Nunca se puede tocar a la Virgen ni al Niño. -Pero, ¿no le teníais en vuestros brazos? -Sí, le teníamos en ellos, y por eso no los podíamos acercar mds de cierto punto a nuestro pecho; pero... -¿Tenía El peso? -¡Ninguno! . . - Y cuando besabais .a la Virgen, ¿sentíais el frescor o suavidad de su rostro? Como respuesta, Conchita tomó Ja mano de una asistente, la levantó hada la cara de la tal mujer, de modo que cubriera, pero sin tocar, su boca y sus, ojos, y dijo: ."¿Comprendes ahora? Así, besas tu propia mano, sin que la sientas en tus labios. Pues bien, se trata de algo pare– cido: una ve que besa, que abraza, y sin embargo, siente que no toca... Es ciertamente .Ella a quien nosotras besamos; mas no podemos decir que sintamos ni la frescura ni cosa alguna de su cara. -Mas, ¿cómo puede. ser eso? -Lo ignoramos; pero ciertamente es así. Si nosotras queremos lle• gar a Ella con la mano, nuestra mano llega .a un punto en que ya no puede seguir; porque Ella está allí; pero no sentimos nada, fuera · de la sensación de que}a tenemos ciertamente allí; delante de .nuestra mano; 18 Recogido por M. González-Gay en el semanario «¿Qué pasa?», 28 de junio de 1969. En el informe del P. Andreu tenemos otra «ilustración» sobre el tema, que se debe, al parecet,i,a .un éxtasis del 31 dé agosto de 1961: «Indicó. don Valentín a las niñas, que preguntasen a la Virgen si se les aparecía. en . cuerpo y alma., . Las niñas lo hicieron, y la Virgen les respondió que no se les aparecía en · cuerpo y alma,. sir10.. de .otra . manera; pem que era Ella. Esto lo preguntó don Valentín como prueba, pues había leído que "las apari– ciones no suelen ser en cuerpo y alma", y las niñas no tenían capacidad para dis– cernir sobre estas cosas, sólo sabían decir que veían a la Virgen.»

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