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Se fue con prisas a la montaña 133 vez la voz misteriosa pudo ser escuchada por todos! Y nuevamente las niñas aseguraron que aquella voz era la de la Virgen. No se ha vuelto a sentir más. Pero los testigcs de aquella experiencia única no la olvidarán. Toqos llevaban en su interior lo que expresó uno de ellos mientras bajaba de Garabandal: « Yo me iría a la tumba con la seguridad de haber oído la voz de la Virge¡i». No se puede tomar el hecho a la ligera cuando existen sobre él nada menos de doce testimonios firmados 13, A todos nos hubiera encantado poder seguir oyendo la voz verda– deramente única, d!é! la Madre... pero reconozcamos que hubiera sido demasiado regalo para nuestros oídos pecadores, tan abiertos de ordi– nario para voces y palabras que «no casan» con las de la Virgen. Ahora debemos vivir sobre todo de esperanza y de anhelo, y dar un alcance espiritual a la bella súplica que la liturgia nos enseña a dirigir a la Virgen con palabras del Cantar de los Cantares: «Suene tu voz en mis oídos, porque muy dulce es tu voz, y del todo encantador, tu rostro» (Cant 2, 14). * * * Este día 4 de agosto fue pródigo en maravillas. Si por la mañana había ocurrido lo del magnetófono, por la tarde hubo otra serie de llamativos fenómenos a partir de las ocho, primero en los Pinos, y luego en la iglesia. También fueron las protagonistas, Loli y Jacinta. Conchita y su madre Apiceta, que habían estado trabajando desde muy temprano en las faenas de la hierba, lejos del pueblo, al volver se fueron derecha– mente a casa para descansar un poco y despachar algunos quehaceres domésticos ... Pero Maximina fue a verlas a ú~tima hora. Cuando llegó, Aniceta estaba diciendo a Conchita: «So bribona 14 : ¿ves cómo no es verdad lo de tus apariciones? ¿Por qué no te ha lla– mado hoy la Virgen como a las demás?» La niña contestó muy seria: «¿Quieres que te diga todos los éxtasis de las otras niñas?» «¡Sí! -ex– clamó Maximina-. Dilos, dilos, que vengo yo de verlos». Entonces Conchita explicó detalladamente todo lo que ~1abía ocurri– do, con los pasos que habían dado las videntes, y las cosas que habían hecho... Maximina, al contar esto, dice: «Yo me ericé 1s, y dije: ¡Ay, qué gorda! ¡Así mismísimo fue.!» «Entonces Aniceta me dijo: "Pues aquí ha estado conmigo Jodo el tiempo, encerrada en casa". Se volvió a Conchita y le preguntó: "¿Cómo ha sido eso?" 13 Sánchez-Ventura, en el libro citado, página 112, trae los nombres, edad y lugar de residencia de siete de ellos. 14 Expresión nada fina, · desde luego, ésta de Aniceta; pero, que no ha de extra– ñarnos en boca de una mujer metida desde niña en aquel ambiente de aldea, donde una vida áspera llena también de asperezas el lengua:e. 1s Esto de «erizarse», en boca de Maxiroina, tiene un sentido de ponérsele «los pelos de punta», o «la carne de gallina», con lo que se quiere indicar la sacudida. de una fortísima impresión.
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