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132 «-Ya vino Conchita. Le quitaron las trenzas en Santander. Y está muy guapa y morena, de ir a la playa.» Cuando salieron del éxtasis, contestaron a varias preguntas de quie– nes las rodeaban. Y uno del público 10 , que había llevado un magnetófo– no de pilas, les hizo oír varias cosas grabadas en cinta, entre ellas, algu– nas frases que ellas mismas habían dicho en éxtasis. Las niñas queda– ron maravilladas, pues jamás habían visto algo semejante... El foras– tero les estuvo explicando el funcibnamiento del aparato y haciendo pruebas, para lo cual les entregó el micrófono. «-Si veis otra vez a la Virgen, decidle que hable por aquí.» De pronto cayeron de nuevo las niñas en éxtasis, y Mari Loli, a quien el nuevo trance había sorprendido con el micrófono en la mano, empezó a contarle a la visión: «-Ha venido un hombre con una cosa que lo coge todo, toclo lo que se habla... ¿Por qué no dices algo, para que todos te oigan, para que la gente crea? Anda, di algo... » «-Sí, habla, di algo... No es por nosotras, es para que la gente crea.» Cuando al cabo de un rato, concluyó el éxtasis, se les hizo oír a las niñas en el magnetófono lo que ellas habían estado diciendo a la apari– ción, y en el momento en que ellas terminaban de decir eso de que hablara, se percibió una voz inefable ~los testigos la calificaban de «dulcísima»-, que decía: «No, yo no hablo». Loli y Jacinta exclamaron a la vez: «¡Uy! ¡Si es la voz de la Virgen!» Todos quedaron emocionadísimos. Como dijo Maximina a Conchita, «la gente empezó a llorar, porque había oído la voz de la Virgen». La cosa, ciertamente, no era para menos 11. El dueño del magnetófono saltaba gritando: «Esto se lo mando yo al Papa». Naturalmente, se quiso oír de nuevo la voz maravillosa, y pusieron por segunda vez la cinta,. pero en el momento oportuno ya no se oyó nada. Bajaron de los Pinos no poco desconcertados, comentando el hecho; pero en casa de Mari Cruz quisieron repetir la experiencia 12... y ¡otra 10 También el brigada don Juan A. Seco habla en sus memorias de este caso del magnetófono, y dice que fue don Angel Domínguez Borreguero, director del Manicomio Provincial de Salamanca, quien dejó el micrófono a las niñas para qu~ registraran la voz de la Virgen. Acompañaba a dicho señor el catedrático de 1a Universidad salmantina, don Gerardo Plaza. Ambos veraneaban en Llanes (Asturias). 11 He visto los testimonios de don Gaudencio Cepeda Palacios, de Torquemada (Palencia), don Agustín Piney, de Santillana del Mar (Santander), y don Luis Tori– bio Millán, de Aguilar de Campoo (Palencia), y todos coinciden en la misteriosa audición de aquella voz única, y en que se oyo cuando ya se había acabado la cinta de grabación, después del golpecito que señala su final. 12 Es Sánchez-Ventura quien habla de «la casa de Mari Cruz» (o. c. capítulo VIII, página 112); pero el P. Ramón Andreu, en su informe, dice: «Bajaron ·desconcer– tados a casa de Conchita, que no había .participado en la mencionada visión, para que oyese lo que habían hablado sus compañeras. Al llegar a las frases citadas, volvió a oírse de nuevo la voz que decía: "No, yo no hablo"... Conchita sonrió y dijo muy contenta que era la Virgen la que hablaba.» Asegura el Padre, que la referencia de este suceso la recibió de un testigo pre– sencial, don José Salceda, de Aguilar de Campoo (Palencia), que era a la sazón chófer de la familia Fontaneda.
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