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:CIIIARAN /1.THA», I EL SEÑOR VUELVE! «NACIDO DE LA ESTIRPE DE DAVID» Nadie podrá decir que Jesús de Nazaret no haya amado de ver::lad a su pueblo, al grupo humano que era su pueblo 'según la carne'; ni que El haya dejado de hacer toe.o lo posible por salvarlo... Tan primariamente vinculado se sentía a ese pue– blo, que llegó a declarar, en su casi único encuentro con una perscna extraña al mismo -la mujer siro– fenicia, gentil, de quien habla Me. 7, 25-29-: «Yo sólo he sido enviado para las ovejas perdidas de la casa de lsraeb (Mt. 15, 24). Se entiende, naturalmen– te, que esta limitación en su ministerio salvador es sólo temporal, mientras dure el breve tiempo de su estar entre los hombres con presencia visible y en con– dición pasible; y afecta sólo a su acción personal de 'enviado' de Dios (obligado ante todo al Pueblo de la Alianza), no a la acción salvadora del Evangelio que El proclama; y así, vemos cómo una vez resucitado da a los suyos órdenes :rotundamente explícitas de llevar ese Evangelio 'a toda creatura' (Me. 16, 15) y de ganarle 'discípulos' entre todas las gentes (Mt. 28, 19). Verse rechazado irremediablemente por aquel pue– blo suyo de Israel, le hizo sufrir lo indecible... , no tanto por él mismo, cuanto por 'ellos', por las enor– mes desventuras que estaban atrayendo sobre sí con tanta infidelidad: - 97 -
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