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EUSEBIO GARCIA DE PESQUERA Yo estoy y estaré siempre con el Magisterio de la Iglesia; pero mientras de él no venga una inter– vención claramente decisoria sobre la cuestión que nos ocupa, creo que nos movemos en el ámbito de lo «opinable», y tratándose de opiniones, cada sentir ha de pesar según la fuerza de las razones que aduce. ¡Quién sabe si ha llegado el momento de poner a una mejor luz el verdadero contenido de una serie de textos bíblicos, insatisfactoriamente descifrados hasta la fecha y que tanto nos afectan a todos! < 1 > fe- condenó cuarenta proposiciones extraídas de los escritos de Rosmini. .. Así siguieron las cosas hasta 1966, en que Pablo VI rescató del «Indicei> el libro «Las cinco llagas de la Iglesia>i, y le dio el espalda– razo del ((Nihil obstat,>, no tener nada contra la doetrina católica, al encargar una edición de honor. (1) Tenemos en las páginas sagradas repetidos casos de ciertas ver– dades o hechos, de entidad cierta, con los que se habrá de contar y que, sin embargo, de momento deben quedar en silencio o penumbra, hasta que llegue el momento oportuno de su abierta proclamación. ¡ Cuántas veces el mismo Jesús no dejó hablar claramente de algo que era capital y decisivo en su propia actuación: que El era de verdad el Mesías esperado por sus connacionales! Y más de una Vl¾'l también se opuso a que fuesen divulgadas ciel'tas acciones taumatúrgi– cas suyas, que podían provocar entusiasmos ocasionalmente peligrosos... Sobre el hecho de su Transfiguración en el monte~ ordenó a los suyos; «No digáis nada a nadie, hasta después de mi Resurrección». Consideremos otro caso. Lo que MARIA supone en los planes de Dios, lo que la Iglesia viene enseñando sobre Ella, era ya verdad desde el principio. Sin embargo, ¿encontramos algo de ello, en forma abierta, en las páginas de los escritos apostólicos? Total silencio. Un silencio que se imponía temporalmente por un conjunto de circuns– tancias. Tan pronto como tales circunstancias desaparecieron y el misterio de María pudo ser rectamente comprendido, el hablar de la Iglesia sobre la Virgen fue haciéndose progresivamente frecuente, rico y en– tusiasta. -- 86 -
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