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EUSEBIO GARCU DE PESQUERA No podemos admitirlo. Las cosas quedarían sustancialmente mejor ilu– minadas y entendidas si nos situáramos en el supues– to de que no todos los vaticinios sobre el Mesías han debido cumplirse ya en Jesús de Nazaret: si El tiene que volver, y volver para rematar su obra de Mesías-Salvador, resulta bastante normal que algu– nas, tal vez muchas, de las cosas anunciadas a pro– pósito de El estén esperando aún su exacto cumpli– miento ... Y entre esos viejos vaticinios bíblicos que honestamente no pueden darse por ya cumplidos, bien podemos incluir ese tan importante del capítulo 2 de Daniel. La Palabra de Dios no puede fallar; algún día ha– brá de cumplirse en plenitud. ¿Cuándo? Estamos ahora en «los tiempos de las naciones», que dijo Jesús (Le. 21, 24) ; pero el fin de estos «tiem– pos» se nos echa encima, y entonces El, con su apari– ción fulgurante y gloriosa, será de verdad como esa piedra de la profecía, «desprendida de pronto, no se sabe de donde, sin intervención humana, que da con– tra la gran estatua, de pies de barro, y la pulveriza»... En aquel día, «Día de Cristo» (Fil. 1, 6 y 10), El re– ducirá a polvo que lleva el viento todas las potentes construcciones humanas, todo eso que los hombres han ido montando y levantando en contra suya, o - 50-

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