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«MAIRAN A'ir.lKA». ¡ EL SEÑOR VUELVE! guna, vino a dar confra, la estatua... , y toda ella qwedó pulverizada, como el tamo de U'IW- era en ve– rano: sopló el viento, y se lo llevó, sin quedar rastro». No cabe duda sobre la identificación de esa mis– teriosa 'piedra'. No cabe tampoco duda sobre el sim– bolismo de lé. gigantesca estatua, en la diversa cons– titución de sus partes ... Pero las dudas son inevita– bles cuando se llega al punto clave sobre el sueño de Nabucodonosor: ¿Es ya algo realizado a partir de Jesús de Nazaret, o es algo todavía pendiente? La verdad: no se ve, ni mucho menos, que la mis– teriosa 'pied:::c..' haya pulverizado ya todos los reinos o imperios levantados por los hombres, hasta dejar– los reducidos a polvo que arrebata el viento, sin de– jar rastro. Al cabo de veinte siglos de «Reino Mesiánico» (si éste que venimos teniendo en la Iglesia es el verda– dero y único reino mesiánico de Nuestro Señor Jesús), los 'reinos' m.ontados por los hombres siguen como antes de él, como en las edades pretéritas ... , y aho– ra, además, con una tal prepotencia por parte de al– gunos, que amenazan con asfixiar al cada día menos relevante -a los ojos humanos- Reino de Dios. Entonce:." ... ¿es que la vieja profecía no pasa de ser una página de literatura estimulante y simbóli– ca?, ¿el enigmático desvarío de una noche en desa– sosiego?
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