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«MARAN ATHA». j ll!L SEÑOR VUELVE! pecto terrible se alzaba ante ti. Su cabeza era de oro puro; su pecho y brazos, de plata; su vientre y lomos, de bronce; sus piernas, de hierro; sus pies, parte de hierro y parte de arcilla. Tú estabas contemplando la estatua, cuando de pronto una piedra se despren– dió, sin intervención de mano alguna, vino a dar con– tra la estatua en sus pies de hierro y arcilla, y los pulverizó; entonces todo se deshizo a la vez: hierro, arcilla, bronce, plata y oro, todo quedó como el tamo de la era en verano; y sopló el viento y se lo llevó, sin que quedara ningún rastro. «Pero la piedra que había dado contra la esta– tua se fue convirtiendo en un gran monte que ocupó toda la tierra. Tal fue el sueño; ahora, escuche el rey su interpretación... » Comúnmente se ha venido entendiendo en la Igle– sia, que esos reinos de que habla el profeta Daniel, significan o representan los más grandes imperios que se fueron sucediendo en el mundo antiguo, pro– tagonizando por periodos la marcha de la historia universal..., hasta la llegada de N. S. Jesucristo. La misma 'Biblia de Jerusalén', en nota al versículo 28 de este capítulo 2 de Daniel, comenta: «Se de.scribe misteriosamenite la sucesión de los grandes imperrios histórioos (neobabilónicos) medos y persas, griegos, herederos del reino asiático de Ale- - 47 -
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