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EUSEBIO CARCIA DE PESQUERA • Lo «incuestionable» en este formidable aconte– cimiento incluye también un punto negativo: nadie fuera de Dios, ni en el cielo ni en la tierra, tiene co– nocimiento del día y la hora en que se va a producir. El Padre quiere, ¡ bendito sea!, que el secreto sea total ( 1 l. <,De aquel día y hora nadie sabe natf;[J¡: ni los ánm geles del cielo, ni el Hijo; sólo el Padre» (Mt. 24, 36). «No es cosa vuestra saber de tiempos y momen– tos que el Padre ha fijado con su exch1,,.siva autori– dad ... » (He. 1, 7). Por eso, la gran Manifestación del Hijo del hom– bre va a ser para todos una tremenda sorpresa. «El Día del Señor vendrá como ladrón en la no– che... Cuando anden diciendo: «Paz y seguridad», entonces, de improviso, vendrá sobre ellos la ruina..., y no escaparán» (1 Tes. 5, 2-3). Los hombres estarán muy entretenidos ... , des– preocupadamente dados a 'sus cosas .. .' -«Como el relámpago recorre con el estallido de su luz todo el cielo, de un extremo a otro, asf, será (l) Mejor, para 'casi todos', pues los de Jesús, :mlllque no conoz.. can de antemano «el día y la hora», ya deben estm· de algún modo prevenidos, según aquellas palabras del Apóstol: « Vosotros, hermanos, no vivís en la oscuridad, para que ese Día del Señor os sorprenda como ladrón; todos vosotros sois hijos de fa luz e hijos del Día... Así pues, no 'durmamos' como los demás, sino velemos y mantengámonos sobrios» (1 Tes. 5, 3-6). - 36 -
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