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EU::;Ell!O GARUA llE 1.'ES(IUERA «El sumo sacerdote (Caifás) le conminó: 'Te con– juro p<Yr el Dios vivo, que nos digas daramente si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios'. «Le contestó Jesús: 'Así es, como tú lo has dicho,· y os aseguro a todos que algún dia veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Poder, y viniendo también sobre las nubes del cielo» (Mt. 26, 63-64). Por lo que se refiere a los apóstoles, cualquiera sabe que los textos sobre la Segunda Venida de Je– sús se encuentran en casi todas las páginas de sus escritos. Quizá el texto más rico y significativo lo tenga– mos en el libro «Hechos de los Apóstoles» (3, 18-21), en unas declaraciones públicas y muy sonadas de Si– món Pedro, tratando de explicar teológicamente a los judíos de Jerusalén el milagro aquel de la súbita curación de un tullido que pedía limosna ante las puertas del Templo: «Dios ha dado cumplimiento por medio de voso– tros a lo que venían anunciando todos los profetas: que sit Ungido (Mesías, Cristo) había de padecer. «Arrepentíos ahora, y convertíos, para que vues– tros pecados sean borrados, y así pueda venirnos del Señor el Tiempo de la 001fl,8o7,cwión, cuando El envíe de nu,evo al Ungido (Mesías, Cristo) que os tenía des– tinado, ¡a Jesús!, que será retenido en el cielo hasta IP! tiempo de la Restauración universal, so'bre la cual - 34-

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