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EUSEBIO G,Ul.CU DE PESQUEIU adoración, se volvieron para Jerusalén, con gran gozo... » (Le. 24, 50-52). Aquí ya tenemos más infor– mación: sobre el lugar y la manera de 'marcharse'. Podemos evocar más a lo vivo la escena. Y, venturosamente, a estas escuetas referencias del Evangelio se añade luego la narración, algo más amplia, del librito «Hechos de los Apóstoles»: -«Los que estaban reunidos con le pregunta- ron: '¿Es alwra cuando vas a restaurar el Reino de Israel?' Y El les contestó: 'No es cosa vuestra saber de un tiempo y wna hora que eZ Padre se ha fijado corn l1U exclusiva autoridad; Zo que os °impada a vosotros es que recibiréis la fuerza del Es¡n,ritii Santo, que ciertamente se os dará, y así podréis ser mis testi– goo en Jerusawn, en toda Judea, en Sa-maría, y hasta l-Os confines de la tierra'. «Dichas estas cosas, se fue elevando a la ·vista de ellos, hasta quedar envu.elto por ·wna nube en lo alto, fuera de sus miradas. Pero ellos •seguían con los ojos ol<J/Vados en la altura, viéndolo irse... , hasta que apa– recieron de pronto dos sBres e-n figura humana, ves– tidos de blanco, que les ka-blar01t: 'Hombres de Ga– Ulea, ¿qué hacéis así, inmóviles y mirando Íijamente al cielo? Este que os ha sido llevado ahora, este mis- 1no Jesús, volverá un día, y volverá así, como le ha– béis visto irse hacia el cielo' (He. 1, 6-11). En este relato no se añade nada nuevo a lo dicho por los evangelistas sobre el hecho mismo de la 'as- - 24-

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