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c:MARAN ATHA». ¡ EL Slll'IOR VUELVE! LA JORNA:JA DEL ADI08 No podenos olvidar el día en que El, «Palabra de Dios hec:::i.a carne y acampada entre nosotros» (Jn. 1, 14), 6io por concluida esa acampada y se fue gloriosamente a Aquel de cuyo seno había venido. Carecemos de pormenores sobre cómo fue la des– pedida; no sabemos, por ejemplo, la hora ni el lugar exacto de la separación. Sólo dos e.e los cuatro evangelistas nos hablan del acontecimiemo, y con una referencias sumamente es– cuetas, sin concesión alguna a nuestra curiosidad por la anécdota. -«Con esto, después de hablarles así, el Señor Jesús fue elevado al Cielo y se sentó a la diestra de Dios» (Me. H, 19). He aquí el hecho descarnado; es lo único que se nos da. ¿Dónde? ¿cómo? ¿qué día? ¿a qué hora".' ¡Nos hubiera gustanto tanto una refe– rencia pormenorizada! Mas para la fé, para dejarla sobriamente fundamentada, basta con los dos datos esenciales: que El se ha ido gloriosamente, y que glo– riosamente está entronizado a la derecha del Padre. -«Los sacó por el camino de Betania, hasta lle .. gar cerca de esta aldea; y alzando entonces sus m,a– nos, se puso a bendecirlos; y aconteció que mien– trais los bendecía, empezó a separarse. de ellos (los discípulos) elevándose hacia. el cielo, hasta que de8-– apareció. Elhos, despué.<J de haberse prosternado en - 23 -
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