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EUSEBIO GARCIA DE PESQUERA Este Gran Enemigo tiene bajo su alta jefatura e inspiración muchos colaboradores, visibles e invi– sibles: enemigos de Dios, enemigos del hombre. Bien conjuntados todos, trabajan enconadamente contra lo que Dios ha querido y proyectado para nosotros ... Y vuelve siempre la vieja pregunta: ¿Por qué Dios no acaba con tales enemigos? ¿Por qué tolera su acción? Reléase de nuevo la sentencia de San Agustín... Resultado de la doble sementera: por un lado, los 'hombres-trigo', los de verdad buenos, los «hijos del Reino»; por otro, los 'hombres-cizaña', los perversos o pervertidos, los «hijos del Maligno». Y Dios respeta en serio el libre albedrío de todos: a nadie por la fuerza se le lleva a ser trigo; a nadie por la fuerza se le impide ser cizaña. ¿Entonces?, dirá alguno. Si cada uno puede ser libremente, quizá impunemente, lo que quiera, ¿no dará lo mismo ser una cosa que otra? ¿No traerá más cuenta abandonarse a lo que menos cuesta y más gusta? ¿A qué luchar, y aguantar, y esforzarse? ¡Mucha atención a dos adverbios de tiempo: el Ahora y el Después! AHORA, ciertamente, parece que tanto da ser bueno como ser malo. El mismo mundo para unos y - 240-

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