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EUSEBIO GARCIA DE PESQUERA »El que tenga oídos, ¡que oiga!» (Mt. 13, 36-43). Nosotros tenemos por lo menos buena voluntad de escucha para Jesús. Y por El esperarnos en– tender... Gracias a su explicación de la parábola del trigo y la cizaña, nos parece no poco aclarado el 'misterio' de este mundo, tan contradictorio y conflictivo. La Palabra de Dios siempre es, de un modo o de otro, respuesta a las preguntas del hombre. Y pocas cosas se preguntan tanto los hombres como ésta: ¿Por qué en el mundo pasa lo que no debía pasar'! ¿Por qué Dios, si es tan bueno y poderoso como dicen, consiente tantas cosas qu,e no debían consen– tirse? Esas cosas que no debían pasar y esas personas que no debían consentirse, son el fruto, envenenado fruto, de una niala sementera... Y si Dios transige con ellas, es porque pueden ser la ocasión de más depurados bienes. Certeramen– te lo vio San Agustín: «No penséis que sin ninguna razón se consienten 'llWl,los en el mundo, y que Dios no saca nada de ellos. El hombre malo que tienes ahí, o se le tolera ahí es– perando que al fin se corrija y se salve, o está ahí para que por él sea ejercitado y probado en l,a virtu,d y el hombre bueno)). -238-
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