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C:MARAN ATHA». i EL SEÑOR VUELVE! Y todos LOS SUYOS, vivos o muertos, tomarán felicísima parte en el acontecimiento. Los muErtos, resucitando incorruptibles. Los vivos, pasando a ser espectacularmente nuevos, me– diante una maravillosa transformación. Me parece que a esto apuntaba de lleno San Pablo cuando dejaba escrito en su Carta a los Filipenses: «Nosotros, los cristianos, esperamos del Cielo un Salv·ador, el Señm· Jesucristo; el cual transfigurará esfo nuestro misemble cuerpo de ahora en cuerpo glo– rioso como ei suyo, en virtud del Poder que tiene para someterse a Sí mismo1 todas las cosas» (3, 20-21). Veremos entonces la realidad de esto que nos dice la Liturgia de Adviento con términos entresacados de 2 Te.1, 6-10: «Es justo a los ojos de Dios pagar con alivio a vosotros, los afligidos, y también a nosotros, cuando el Señor Jesús SE REVELE, viniendo del cielo acom– pañado de sus poderosos ángeles, entre las aclama– ciones de su pueblo santo y la admiración de todos los que han creído». En fin, pienso que si nos ponemos en la perspec– tiva de la Palingenesia o Renovación universal, ten– drán pa:ra nosotros mayo:r sentido textos como el litúrgico de la IV Plegaria Eucarística: «Realmente es justo darte gracias, y deber nues– tro glorificarte, Padre Santo, - 225-

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